Iván Fandiño y Diego Ventura se lucen en la última de feria

maría conde PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

MONICA IRAGO

Diestro y rejoneador abren la puerta grande del coso pontevedrés

13 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Menos mal que quedaba la última de feria para borrar el mal sabor de los mediáticos. El diestro de origen gallego Iván Fandiño salió del todo airoso de su encierro con cuatro victorinos y abrió la puerta grande en su debut en Pontevedra. Pero el rejoneador Diego Ventura no se quedó atrás en su arriesgadísimo espectáculo y sus tres orejas igualmente le valieron salir a hombros. Maestros y toros -como siempre, los victorinos sin defraudar- dieron por fin el espectáculo que buscaba el respetable.

Fandiño prescindió de problemas con su primero, Buscapleitos, al que sin mojarse del todo consiguió cortar un apéndice, mientras que su segundo, Estupendo, hizo honor a su nombre, aunque el fallo con la espada le privó al diestro de conseguir el triunfo a mitad del festejo. Lo mismo le ocurrió en el sexto, al que hubo que matar con cuatro descabellos. Pero ahí estaba Medidor, el quinto que no fue malo ni mucho menos, para abrirle la plaza. Empezó la lidia con una verónica de rodillas y siguió en el capote con una serie de pases que levantaron al público. El torero compartió protagonismo con su cuadrilla. Si ya es raro que la plaza pontevedresa despida entre aplausos a la pareja de picadores, otro tanto se puede decir con el reconocimiento que tuvieron los banderilleros. Las tandas de Fandiño en la muleta -ante un astado que por gestos, pelaje y casta se elevó al imaginario que el aficionado tiene de los victorinos- y una estocada perfecta hicieron el resto para su segundo apéndice. Brindó el toro a Pedro Molla, el Niño de la Capea, propietario de la ganadería San Mateo, que acudió con su mujer, Carmen Lorenzo.

Y el rejoneo brilló con luz propia en el ruedo con Diego Ventura, que dibujó magníficas figuras y quiebros y prácticamente hizo bailar a sus caballos. Se arrimó al máximo y completó dos enormes faenas, aunque en la primera estuvo fallido con el acero. Lo compensó con Betunero, un negro que le siguió el espectáculo.