Yo corría, competía por el equipo de mi cuidad natal (Ourense), cuando un chico nuevo y atrevido en las carreras irrumpió en el ámbito autonómico. Allá por 1999 ya hacía de las suyas en las carreras, su debut en el atletismo había sido a lo grande, en la Media Maratón de Vigo. Y todo ello siendo jugador de fútbol juvenil y saliendo a correr solo un día por semana. Su esfuerzo no pasó inadvertido para ninguno de los entrenadores de la ciudad olívica.
Nos perdimos el rastro como atletas. Dos años más tarde, me lo encontré en las pistas de Balaídos. Una conversación corta y directa sobre entrenamientos, en la antes mencionada y actualmente malograda pista viguesa, hizo que saliese de mi ignorancia sobre su enfermedad. Una retinopatía de carácter congénito hacía que cada vez perdiese más visión. Meses más tarde, dado que yo residía en A Coruña por estudios coincidimos de nuevo. Volvimos a ser breves, charlamos sobre los Juegos Paralímpicos de Sídney y que allí correría el 5.000 y 10.000 metros. Ya era un atleta en toda regla.
A Atenas 2004 no fue por falta de ayudas y su carrera de Ingeniera de Minas, fueron motivos de peso como argumento para dejar pasar esa cita Olímpica. En mayo de 2008, antes de Pekín, coincidimos en el Universitario, él como atleta, yo como responsable de la expedición de la Universidade de Vigo. En ese momento y después de conocer los medios que Pontevedra le podría ofrecer se decidió a cambiar de residencia para preparar la cita Oriental. A la vuelta de Pekín, me propuso entrenar juntos. Desde ese momento, su dedicación fue en aumento, sin dejar de lado los estudios fijó su residencia en Pontevedra. No perdió ni un solo día de entrenamiento hasta llegar a ser doble campeón de Europa de 5.000 y 10.000 y subcampeón de 1.500 metros, así como récord del mundo de 10.000 (30?24?), y récord de Europa de 5.000 (14?24?). Las lesiones le han impedido tocar la gloria olímpica. En Londres puede acabar con esta losa. En Río toca asaltar la maratón.