Inconmensurable la pianista rusa Valentina Igoshina

Leopoldo Centeno

PONTEVEDRA

31 mar 2017 . Actualizado a las 09:13 h.

Los amantes de la música culta hemos disfrutado de un concierto ofrecido por la Real Filharmonía de Galicia (RFG) que, con Antoni Ros Marbá al frente, ha presentado un atractivo programa integrado por obras de Prokofiev, Ravel y Stravinsky, contando con la colaboración de la pianista Valentina Igoshina. El concierto celebrado en el auditorio del Centro Social Caixanova estuvo patrocinado por dicha entidad.

En sustitución del inicialmente previsto Concierto para violín y orquesta nº 2, de Bela Bartok, a causa de una lesión de la violinista húngara Ildiko Oltai, abrió el programa el Concierto para piano y orquesta nº 2 de Serge Prokofiev, en el que actuó como solista la joven pianista rusa Valentina Igoshina.

Un concierto monumental escrito en cuatro movimientos que para su interpretación requiere un gran poderío físico y musical dado que, aparte de su intrincada dificultad, resulta agotadora su ejecución; algo que superó con una increíble madurez la pianista Igoshina, pese a sus recientes 30 años de edad. El primer movimiento fue desarrollado con increíble fuerza por parte de la solista, ofreciendo su amplia cadenza (ocupa prácticamente la mitad del movimiento) con gran vitalidad; exhibiendo una acusada técnica en la multitud de acordes y brillantes arpegios que contiene, siendo bien arropada por la orquesta.

El Scherzo-vivace, trepidantemente obsesivo y ágil, fue resuelto con autoridad por la solista. El tercer movimiento presenta secos arpegios con las manos cruzadas, continúa con una marcada marcha y ofrece un descenso con acordes cromáticos en ambas manos que la pianista ofreció con gran técnica y profesionalidad. El Allegro tempestoso final contiene un ataque decidido y fuerte en su comienzo y posee dos cadencias, la segunda con un crescendo de volumen e intensidad sonora, terminando vertiginosamente. La solista lo concluyó de forma apabullante. Su interpretación fue agotadora, brillante, inconmensurable... Muy bien conducida por el maestro Ros Marbá, la orquesta secundó a la perfección a la pianista. Los nutridos aplausos recibidos hicieron que Valentina Igoshina y el director salieran a saludar repetidas veces.

Tras un breve descanso, el concierto se reanudó con la Pavana para una infanta difunta de Maurice Ravel, gran maestro del impresionismo musical. Es una breve página con reminiscencias de una antigua recepción en la corte española, donde una infanta se mueve a los pasos de una pavana. Un aire noble y sencillo, pausado y grave, melancólico y tierno que rezuma tristeza. La interpretación a cargo de la RFG resultó un remanso de paz. El concierto de referencia finalizó con la interpretación de El pájaro de fuego, de Igor Stravinsky, basado en un cuento fantástico ruso, partitura en la que el colorido, timbre, ritmo y efectos se hacen presentes. De los 22 números que integran esta obra compuesta para los Ballets Rusos de París por encargo de Diaghilev, fue interpretada la Suite Nº 2 formada por cinco números: Introducción y Danza del Pájaro de Fuego: con tintes impresionistas e imitaciones del pájaro revoloteando; Baile de la Princesa: lento y remansado; Danza diabólica del Rey Kachei: destacando los reguladores, dinámica, agitación y el clímax de la danza en el tutti; Berceuse: una apacible e insólita canción de cuna, cuya melodía la interpreta el fagot apoyado por el arpa, luego se turnan otros instrumentos hasta volver a los solistas, con hermosos glissandi del arpa y Final: un brillante cierre con trémolos en pianissimo de la cuerda, solo de trompa, tutti en forma de Coral sobre redoble de timbales, fanfarria e impresionante regulador desde el pianissimo hasta el fortísimo. ¡Apoteósico! Bajo la batuta del maestro Antoni Ros Marbá, la ampliada plantilla de la RFG estuvo ensoñadora y brillante.