Albert es a ver. A ver la ideología; si de centroderecha, si de centroizquierda, si transversal mañana. A ver los despachos con De Alfonso; si en Madrid motivo de dimisión, si en Barcelona pertinentes para exigir «alguna cosa». A ver la relación con Podemos; si «sucursal chavista en toda regla», si interlocutor en una negociación, que ya lo fue. A ver la «mesa» tras el 26J; si con Sánchez, si con Rajoy, si con ambos, si con ninguno de ellos, si con sus siglas. A ver los espejos; si el de Adolfo Suárez, si el de Anna Gabriel, madrina de los vetos. A ver los pactos; si con el más votado, si el de «perdedores». A ver las listas; si por primarias, si a dedo. A ver la corrupción; si el repudio, si el apoyo a los de los ERE, a los de la Púnica. A ver las «líneas»; si rojas, si azules, si ninguna. A ver el enfoque del diálogo; si el programa, si los sillones. A ver el Estado; si autonómico, si recentralizador. A ver los candidatos; si independientes, si marionetas. A ver el discurso; si el de diciembre, si el de enero; si el de primavera, si el de verano. A ver Galicia; si AVE o no, si naval o no, si las vacas o no, si revitalización demográfica o no, si campo o no, si automoción o no, si pesca o no, si financiación estatal para servicios en hábitats dispersos o no, si importa o no. A ver, Rivera, a ver. Moneda al aire, veleta al viento, una tómbola. A ver si cara, a ver si cruz; a ver si norte, a ver si oeste; a ver si toca. O no. A ver, Albert.