Rajoy echa las culpas al partido

Nuria Vega MADRID / COLPISA

ESPAÑA

ANDREA COMAS | Reuters

Defensor a ultranza de la gestión del Gobierno, atribuye el fracaso del 24M a que el PP no ha sabido explicarla, y eso justifica el alcance de los cambios

21 jun 2015 . Actualizado a las 08:38 h.

Si no pretendía buscar culpables, no lo pareció. El presidente del Gobierno cargó el peso de la responsabilidad por el 24M en el PP. La dirección del partido pagó esta semana las últimas frustraciones electorales de Mariano Rajoy, que, férreo defensor de la gestión llevada a cabo desde la Moncloa y los ministerios, ha decidido retocar la cúpula del partido, a la que considera su talón de Aquiles en la pugna por conseguir la mayoría suficiente que le permita seguir gobernando. A pesar de que las decisiones «duras» adoptadas para hacer frente a la crisis son, según el jefe del Ejecutivo, la principal causa de la decepción y el hartazgo de los ciudadanos, y que todas ellas fueron adoptadas por el Gobierno, Rajoy deja entrever con sus movimientos que es el PP el que falla y ha fallado en estos años.

Está absolutamente convencido de que el Ejecutivo ha hecho lo que debía hacer. Puede asumir que medidas como las subidas de impuestos o los incumplimientos electorales han «golpeado» a la ciudadanía y que los avances en materia económica son percibidos como «insuficientes». Pero nunca cederá en el convencimiento de que su equipo gubernamental «ha acertado en lo fundamental» y ha hecho «lo importante». Uno de sus colaboradores lo sostenía el pasado jueves: «El Gobierno funciona muy bien; lo que funciona, no se toca». En el diagnóstico del presidente, las lagunas están en el partido, que en estos años no habría sabido explicar ni transmitir lo que se gestaba en el Ejecutivo, que la capacidad de comunicación del PP no ha estado a la altura de la actividad del Gobierno.

Hace cuatro años, Rajoy depositó el partido en manos de Dolores de Cospedal. Sin importar las críticas que fue cosechando su número dos, censurada por muchos por la forma en que llevaba la vida interna del partido, el presidente siempre encontró el momento de respaldar a quien le ayudó a conseguir «los mejores resultados electorales» de la historia del PP. Aun cuestionada por su manera titubeante de reaccionar ante los casos de corrupción, especialmente el del extesorero Luis Bárcenas, Rajoy ha mostrado en todo momento a Cospedal su agradecimiento por lidiar con «situaciones muy complejas». Eso ha sido así hasta el jueves, cuando ni tan siquiera nombró a su mano derecha. La mantiene como secretaria general, pero en la práctica desdibuja su rol y vacía de poder sus funciones. La continuidad en el cargo es el premio de consolación. «Rajoy descubre cada cierto tiempo que su equipo no es su equipo y lo cambia», ironiza un miembro del partido. Es lo que ha hecho en la remodelación de la cúpula.

Comité de campaña

Redefinir su núcleo duro formado por su jefe de gabinete y nuevo hombre fuerte y director de la campaña, Jorge Moragas, por el vicesecretario de Política Autonómica y Local, Javier Arenas, y ahora con la colaboración de Pablo Casado en las funciones de portavoz. Los cambios suponen una apuesta por sí mismo. Fuentes del PP apuntan que el presidente ha diseñado más que una dirección de partido, un amplio comité de campaña para llegar como candidato a los comicios generales. Un comité hecho a su medida en el que él se pone a la cabeza para dirigir la formación y coordinarla con el Gobierno una legislatura después de haber relegado por completo sus funciones de líder del PP.

Dirigentes populares temen, sin embargo, que quizás sea tarde para maniobrar y que surta efecto en las urnas. Las mismas fuentes no comprenden por qué Rajoy ha tardado tanto en actuar y que haya desaprovechado la ocasión de reemplazar a la secretaria general por alguien que conozca el partido como para darle la vuelta en poco tiempo.

La renovación del segundo escalafón del PP, con rostros nuevos y jóvenes en las vicesecretarías, salvo Arenas, responde más a las exigencias del guion que se ha impuesto en los últimos tiempos, en los que la imagen, y parece que hasta la edad, cuentan y mucho. Se trata simplemente de mostrar rejuvenecimiento, modernidad y limpieza de la cúpula. En este sentido, no acaba de encajar el nombramiento de Martínez Maíllo, encausado y pendiente del proceso que investiga a los consejeros de Caja España por administración «desleal» de la entidad.

La verdadera renovación se producirá, en cualquier caso, en el congreso del partido en el 2016 con la incógnita de las generales ya resuelta. Hasta entonces, el cambio de imagen y la inclinación del discurso hacia la autocrítica y un mayor acercamiento a la realidad social, formarán parte de la estrategia para reconquistar a los votantes fugados o instalados a día de hoy en la abstención. Muchos sospechan, sin embargo, que el amago de despertar puede haberse producido demasiado tarde.

El último superviviente de los años 80

A finales de los ochenta, cuando Mariano Rajoy dio el salto de Galicia a Madrid, en el PSOE estaban Felipe González, Alfonso Guerra, Joaquín Almunia, Carlos Solchaga y Javier Solana; en Izquierda Unida dimitía Gerardo Iglesias y llegaba Julio Anguita; en CiU, el dúo de Jordi Pujol y Josep Antoni Duran Lleida ya estaba instalado; y en el PNV Xabier Arzalluz acababa de arrebatar el liderazgo a Carlos Garaikoetxea. En la sala de mando de su partido estaban José María Aznar, Rodrigo Rato, Francisco Álvarez Cascos, Isabel Tocino, y Federico Trillo. De todos ellos, solo queda Rajoy en la cresta de la ola.

En su larga trayectoria en el PP ha conocido y convivido con innumerables compañeros, y algunos amigos. Por el camino han desaparecido de la escena casi todos. Solo quedan el incombustible Javier Arenas, en un papel secundario, más de hombre de confianza que de líder político, y José Manuel García-Margallo, un camarada de toda la vida, pero sin relevancia en el partido.

Siempre puede decir que ahí sigue Duran Lleida, pero todo apunta a que juega los minutos del descuento en su carrera. El resto está retirado, aunque algunos, como González y Aznar, protagonicen de vez en cuando vivos fogonazos de actualidad.

De los suyos, Rato bastante tiene con solventar sus problemas con la justicia; Trillo hiberna en la embajada de Londres; Tocino aconseja a una firma energética; y Cascos se entretiene desde la segunda fila de Foro. De los otros, Pujol también está enredado en un pleito por dinero negro; Guerra dejó este año el Congreso; Solchaga y Solana hace años que colgaron los hábitos; Almunia no está para nada ni nadie tras su periplo europeo; Anguita, al igual que Arzalluz y Garaikoetxea, está jubilado, aunque aún da algún zarpazo de vez en cuando. En todo caso, nada que ver con las responsabilidades al frente del Gobierno.