Salamandras, primas, barreras y otras obras de ingeniería electoral

ESPAÑA

Las reformas electorales emprendidas por Rajoy y Feijoo condicionan el arranque del curso político. La oposición ha demonizado con una etiqueta, #pucherazo, la maniobra del PP para blindar de manera legal, pero sin consenso, su poder municipal

31 ago 2014 . Actualizado a las 12:51 h.

Hoy el PP arranca en Soutomaior un curso político marcado por las reformas electorales que, de forma unilateral, sin consenso y con críticas furibundas por parte de la oposición ha emprendido el partido de la gaviota en Galicia y en España.

Alberto Núñez Feijoo tiene preparado su viejo proyecto de recorte de escaños que reducirá los diputados en la cámara autonómica gallega de 75 a 61. Y Rajoy ha desatado una tormenta política al filtrar sus planes de imponer una reforma electoral para cambiar el método de elección de los alcaldes. Y ha incendiado las redes sociales, la gran arena política de la actualidad junto a las teletertulias.

Van algo más de diez días de debate y los tuits a favor y en contra pueden contarse por decenas de miles. Una etiqueta, #Pucherazo, ha hecho fortuna para descalificar una reforma cuestionada porque introduciría un sesgo mayoritario en un sistema electoral proporcional y porque supuestamente beneficiaría a los intereses del Partido Popular. Pero este cambio de las reglas del juego no es un pucherazo, definido por la RAE como el «fraude que consiste en alterar el resultado del escrutinio o del reconocimiento y recuento de votos». Tampoco puede adscribirse a lo que los mexicanos llaman de forma sonora y rotunda «mapachería electoral».

Trampas electorales

La historia política del país norteamericano es rica en figuras como los ratones locos (alterar las listas para que los votantes no partidarios del Gobierno no encuentren su colegio electoral), las urnas embarazadas (llenas de votos antes de comenzar las votaciones), los chicanos (falsas remesas de sufragios procedentes de emigrantes en Estados Unidos) o los zombis (votos de muertos). Esta última categoría también tiene tradición en España. En la Restauración borbónica de finales del siglo XIX se les llamaba lázaros. Hoy, sin nombre concreto, este tipo de sufragios también se han dejado notar en las bolsas de votos de la emigración.

La reforma que proyecta el PP no es una trampa, sino una maniobra de ingeniería electoral. Se cambia de manera legal -la mayoría manda la forma de convertir las preferencias de los ciudadanos en poder político. Por supuesto, Rajoy no ha sido el único en emprender este tipo de maniobras.

Primas a la mayoría

Los sistemas electorales no son ni buenos ni malos, sino un instrumento para conseguir un determinado fin. Rajoy pretende primar a la fuerza más votada en las elecciones municipales y favorecer la elección de alcaldes con mayoría simple, sin pactos. Las extrapolaciones a partir de resultados del 2011 muestran que el PP y partidos con fuerza regional (PNV, Bildu, CiU, ERC) serían los grandes beneficiados por una propina que recuerda a la norma que rige en Grecia, donde en las elecciones generales el primer partido se lleva cincuenta escaños extra.

Reducción de escaños

Feijoo ultima una reducción de escaños en Galicia; Cospedal emprendió otra en Castilla-La Mancha. Esta maniobra afecta a la distribución de diputados entre provincias con diferente población. Y puede aumentar las diferencias del peso de los votos según las circunscripciones. En ciencia política a esto se le llama Malapportionment. Provoca sobrerrepresentaciones y subrepresentaciones. Y afecta a la proporcionalidad de la cuestionada fórmula D'Hondt, que tiene un sesgo mayoritario cuando hay menos de diez escaños por provincia. Y Soria, por ejemplo, reparte dos.

La barrera de Fraga en Galicia

Otra forma de condicionar legalmente los procesos electorales son las llamadas barreras. Fraga desembarcó en la política gallega en 1989. Ganó las autonómicas con mayoría absoluta de un escaño (38 de 75). Para los siguientes comicios impuso una reforma: aumentó el porcentaje de votos mínimo para poder conseguir diputados. La barrera pasó del 3 % al 5 %. Y el partido de Camilo Nogueira, que hubiera obtenido un parlamentario, se quedó fuera. El acta se la llevó el PP.

El mapa de las circunscripciones

España no ha sufrido hasta la fecha una forma de ingeniería electoral con mucho peso en Estados Unidos, el Gerrymandering, que consiste en redibujar las circunscripciones para favorecer a un candidato o partido.

Elbridge Gerry fue gobernador de Massachussets a comienzos del siglo XIX. Preocupado por las derrotas de su partido en el norte y el oeste de su estado,, unificó los distritos desafectos para que la oposición lograra menos escaños. La prensa advirtió que la circunscripción tenía forma de salamandra y acuñó un término clásico, gerrymandering, aún vigente en la actualidad.

En el 2010 un polémico documental (pueden verlo aquí) trató de poner luz sobre una práctica que ha permitido durante muchos años a republicanos y demócratas redibujar los distritos electorales según sus intereses. Gerrymandering incluía testimonios de personalidades y ejemplos como el de Hakeem Reeves, un parlamentario neoyorquino que no pudo presentarse a unas elecciones: un nuevo mapa había dejado su casa fuera de su distrito y lo había convertido en ineligible.

La jugada maestra de Orban

Combinando una reducción de escaños como la que quiere hacer Feijoo y redibujando las circunscripciones a la americana, el presidente de Hungría Viktor Orban consiguió en abril un resultado estratosférico: dos tercios de los diputados con el 44,6 % de los votos. Un gran premio. Y sin consenso.