Tonto el último

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ESPAÑA

11 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Ante las crisis caben dos estrategias: la del sálvese quien pueda, en la que cada uno trata de escapar como sea, incluso pisoteando al de al lado; y aquella otra en la que se hace un esfuerzo conjunto para salir adelante sin dejar a nadie en la cuneta. Esta respuesta estrecha lazos, fortalece la solidaridad y consolida la fuerza de la comunidad, mientras que la primera alimenta al lobo solitario en guerra con la manada. A la dureza de la crisis se ha sumado una sensación que tiene consecuencias aún más dañinas: la de que el reparto de los costes está siendo terriblemente desigual e injusto, que la están pagado básicamente quienes menos tienen y que aquellos que la han provocado o gestionado son lo que menos la están sufriendo. Y esta idea se ha propagado como un virus que amenaza la cohesión social. Siempre es discutible cuál es el nivel justo de retribución de una tarea. Pero, en las circunstancias actuales, el nivel retributivo y de prebendas de los eurodiputados constituye un escarnio para millones de personas que o no tienen empleo o, si lo tienen, ven como deben trabajar mucho más por mucho menos. Y que quienes toman decisiones que empeoran las condiciones de vida de los ciudadanos salvaguarden la dignidad de su posición laboral es indignante para los demás. Porque alienta la idea de tonto el último.