Aporrear la democracia

ESPAÑA

25 abr 2013 . Actualizado a las 11:43 h.

Para vergüenza de todos los gallegos, Beiras aporreó ayer la democracia, en el doble sentido que a esta cabe atribuirle. La democracia es, en primer lugar, un conjunto de formas pactadas para resolver no solo pacífica, sino civilizadamente, las diferencias políticas en las sociedades pluralistas. Su mayúscula expresión tiene lugar en el Parlamento, donde el respeto mutuo entre los diputados supone el indispensable punto de partida. Por eso, cuando uno está convencido de poder hacer en él su soberana voluntad, el Parlamento pierde por completo su carácter. ¿Se imaginan qué ocurriría en cualquier cámara democrática si todos sus miembros se comportasen en ellas como Beiras lo hace en la gallega? Es fácil: que la vida parlamentaria resultaría insoportable. La Cámara gallega es aún vivible porque allí solo hay un Beiras: si hubiera 75, se convertiría en un infierno.

Pero, cuando Beiras golpea, fuera de sí, el escaño del presidente de la Xunta, plenamente persuadido de tener derecho a ello, el diputado está aporreando la democracia no solo en un sentido formal, sino también en otro aún más importante: el sustancial. Porque el principio esencial de la democracia es el respeto a la voluntad salida de las urnas.

Y este es el verdadero, y gravísimo, fondo del asunto. Que Beiras golpea hoy el escaño de Feijoo, como ya había golpeado el de Fraga en su momento, porque el diputado nacionalista está convencido de que la legitimidad democrática no nace de los votos, sino de las ideas. Beiras lleva toda la vida seguro de que las únicas buenas son las suyas y que las demás suponen una traición a este país. Por eso, durante muchos años lo hemos oído, desde el Bloque, hablar de partidos sucursalistas y españoles para negar legitimidad a las dos fuerzas políticas (el PP y el PSdeG) que representaban a la inmensa mayoría. Beiras cree firmemente que él es quien debería haber sido el presidente de la Xunta. Por eso golpea con saña el escaño de Feijoo: porque lo considera un usurpador que le ha quitado el puesto al que él tiene más derecho que ningún otro gallego.