El frenazo alemán y nosotros

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

ESPAÑA

12 dic 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

El Bundesbank acaba de confirmar lo que ya todo el mundo daba por hecho: la economía productiva alemana está sufriendo ahora mismo un fuerte deterioro que amenaza con llevarla a la recesión. En los dos próximos trimestres la tasa de crecimiento estará muy próxima a cero, y para el conjunto del 2013 los cálculos apuntan a un magro 0,4 % (frente a la anterior predicción de 1,6 %). En todo caso, parece que aquel país se aleja radicalmente de su tan envidiada situación de hace solo un año, cuando crecía por encima del 3 %. La preocupación creciente por Alemania se suma al pésimo momento de otras economías, como las del Reino Unido y Holanda; la caída del PIB de este último país ha sido espectacular en el último trimestre, figurando entre las peores del mundo desarrollado.

¿Qué implicaciones tiene este nuevo escenario para los países del sur de Europa, y particularmente para España? Pueden mencionarse dos, no solo diferentes, sino abiertamente contradictorias entre sí. La primera es que una eventual recesión en la locomotora alemana podría dar la puntilla a la coyuntura española: teniendo en cuenta que nuestras únicas esperanzas de reactivación descansan sobre la capacidad exportadora, una caída de las importaciones germanas llevaría la contracción más allá del ya esperado -1,5 % el año próximo, convirtiendo en ceniza las últimas ilusiones de reactivación hacia el final del 2013.

Hay sin embargo un segundo efecto posible, mucho más benigno, que no cabe en absoluto despreciar: en ese nuevo escenario, se haría inevitable un cambio en la dirección de la política económica europea. Porque, no nos engañemos, esta segunda recesión en el continente en apenas cuatro años -lo que no ocurría desde hace muchas décadas- es consecuencia directa de los grandes errores de política cometidos desde el 2010. La obsesión por la consolidación fiscal a toda costa ha originado una dinámica perversa que ya está sobre las propias costas alemanas. Y no se trata del pueril consuelo del mal de muchos: si en estas circunstancias no se da un vuelco a las estrategias macroeconómicas, ¿cuándo se hará?

Algunos síntomas de cambio se empiezan a ver ya, sobre todo en relación con la política monetaria. Todo indica que el BCE -siempre sometido al estrecho cerco germánico- se dispone a reducir tipos en su próxima reunión, explorando unos márgenes que hace tiempo usaron ya la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra. Más difícil será revertir la fiebre de la austeridad, pero quizá la proximidad de las elecciones alemanas -que tanto han empujado a la imposición de duros recortes a los supuestos derrochadores de la periferia- juegue ahora en sentido contrario: bien pudiera ocurrir que sea la propia sociedad alemana la que, olvidado por una vez su atávico miedo a la inflación, exija estímulos al crecimiento.