Un monolito recuerda «a data máis triste» de Vilamartín de Valdeorras

María Cobas Vázquez
maría cobas O BARCO / LA VOZ

VILAMARTÍN DE VALDEORRAS

La iglesia acogió un homenaje a las víctimas del accidente de bus de hace 40 años

20 abr 2017 . Actualizado a las 13:22 h.

Cada 19 abril la iglesia de Vilamartín de Valdeorras acoge una misa en recuerdo de los fallecidos en el accidente del bus escolar que cayó por un terraplén cuando se dirigía A Rúa. Un acto cada vez más íntimo en el que las familias van a rezar a los suyos. Ayer de nuevo volvió a llenarse la iglesia. Los familiares y amigos de aquellos doce chavales fallecidos (también murió el chófer) quisieron recordarles organizando un homenaje en el día en que se cumplían 40 años del fatídico accidente. «Un tráxico accidente que conmocionou a toda a comarca de Valdeorras, converténdose nun val de bágoas», como recordaba Gelines Trincado, la hermana de Pepín (una de las víctimas) y una de las impulsoras del acto de recuerdo. «Nuns segundos que nunca deberon existir perderon a vida os nenos e nenas que como cada día ían tan felices ao colexio, pero nunca chegaron -recordaba-. Foi a data máis triste da historia do noso municipio, a data aciaga, a que conxelou parte das nosas vidas para sempre». Ya nada fue igual, dijo. Y entre el público muchas cabezas asentían ante la frase, intentando parar las lágrimas, en una contención que se fue haciendo más difícil a medida que continuaba la intervención de Trincado. «A morte levounos a moi curta idade, apagando todos os seus soños e ilusións, e pasando de vivir con nós a vivir en nós», prosiguió. Fue la pérdida de parte de una generación, que dejó para siempre un vacío en Vilamartín y San Miguel de Outeiro, un pueblo que se quedó prácticamente sin niños en aquel accidente. De los nueve escolares que había en 1977, cinco fallecieron y dos más resultaron heridos. Al pueblo le costó recuperarse. Las familias han tenido que aprender a vivir sin ellos. Pero siguen presentes, añadía Trincado. «Estes lugares por onde brincastes, xogastes, fostes nenos e nenas alegres e felices, conservan o voso arrecendo, que nunca se irá. As marabillosas lembranzas das vosas curtas vidas están no noso corazón, e no aire que respiramos nestes voso lugar no mundo», señaló. Aún así, dijo, «pensamos que ninguén destas terras de Vilamartín vos debe esquecer nunca, endexamais, pase o tempo que pase». Y remató diciendo: «sempre seguiredes estando aquí con nós, porque a pegada que deixastes sempre permanecerá nos nosos corazóns». Eran las palabras emocionadas de quien ejerció como portavoz. Pero eran los sentimientos de todos los familiares, de todos los amigos. Por eso remataron con un sentido aplauso marcado por las lágrimas.

Una señora mayor aprovechó el momento para dejar flores a los pies del monolito que, para siempre, recordará junto a la iglesia a los menores fallecidos. Después, dos alumnos del colegio de Vilamartín realizaron la ofrenda floral, en un guiño a lo que entonces eran los fallecidos, apenas unos escolares. Después fue el turno del párroco, encargado de bendecir la escultura (que lleva una pieza grabada con los nombres de los chavales) y dirigir el padrenuestro. En silencio la gente fue entrando a la iglesia para el funeral. Fueron apenas cinco minutos, cinco minutos para rendir un homenaje que las familias consideraban que había tardado demasiado y que era necesario hacer. Para que, como dijo Trincado, nadie olvide lo ocurrido aquel 19 de abril de 1977.

«Nuns segundos que nunca deberon existir» murieron 12 niños y el chófer del autobús

«Ninguén destas terras de Vilamartín vos debe esquecer nunca»