«Teníamos claro que la vida de Isabel corría peligro, pero la jueza no lo vio así»

La Voz OURENSE / LA VOZ

VERÍN

MIGUEL VILLAR

La primera agresión en la vivienda de Pazos centra el juicio por el crimen del CHUO

20 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A Aniceto Rodríguez se le juzga desde ayer por haber asesinado a su mujer en una habitación del CHUO en la madrugada del 8 de mayo del 2015 y también por haberlo intentado algo más de un mes antes, a martillazos, en la vivienda familiar de Pazos, en Verín. Que la mató en el hospital parece estar fuera de discusión, al margen de la consideración jurídica que la Audiencia Provincial otorgue a los hechos, sea asesinato u homicidio, con o sin atenuantes. Durante la primera sesión de una vista que se prolongará hasta el jueves, el centro de interés fue la primera agresión. De fondo, aunque no es motivo de este procedimiento, lo que se ventila es si, con otra actuación de la Guardia Civil y de la jueza que entonces dirigió la investigación desde Verín, se hubiera podido evitar el crimen del CHUO.

«Así como nosotros teníamos claro que la autoría era de Aniceto y que la vida de Isabel corría peligro, ella (la jueza) no lo ve así», afirmó el sargento que dirigió la investigación, cuando acudió al juzgado para pedir medidas de protección ante la espectacular recuperación de la agredida y la perspectiva del traslado a planta, donde era más vulnerable.

Que la agresión en el domicilio alrededor de la medianoche del 1 al 2 de abril no había sido un intento de robo, sino de homicidio y en el marco de una relación familiar, lo tuvo muy claro -según declaró ayer- el primer guardia civil que entró en la vivienda, cuando Isabel ya habían sido trasladada en ambulancia, después de que Aniceto hubiera acudido a pedir ayuda a sus vecinos. No le encajaban al agente que no hubieran robado nada, que todo estuviera medidamente revuelto y desordenado, que el ladrón hubiera entrado por un sitio que era muy visible para quien estuviera dentro, que tuviera tiempo de abrir distintas puertas y acabara huyendo sin que nadie lo viera. Hasta había un martillo «como colocado». La inspección ocular, al trascender del mero robo para adquirir otra dimensión, se hizo con personal diferente y más especializado. Que Aniceto hubiera dicho que estaba en cama cuando sintió la supuesta llamada de Isabel no convenció a los guardias. La cama tenía aspecto de no haber sido usada. Los tiempos, además, no encajaban, pues el ladrón había podido hacer demasiadas cosas a pocos metros de Aniceto. Aclaró el responsable de la investigación, además, que la impresión del médico del CHUO que atendió a Isabel tras la primera agresión reforzaba la tesis del intento de homicidio y no tanto el robo. El golpe lo tenía todo de un lado. La cabeza estaba apoyada, como si estuviera durmiendo. No era lógica la trayectoria de los dos golpes, si ella pedía ayuda tras ver a alguien en la vivienda. Había sido agredida mientras dormía y sin reaccionar. La versión de Aniceto perdía consistencia y sus explicaciones lo colocaban bajo sospecha.

El presidente de la Audiencia Provincial, Antonio Piña, dejó claro desde el inicio de la vista que solo se juzga una muerte y una agresión anterior. «No quiero convertir este procedimiento en lo que no es», proclamó, durante uno de los interrogatorios de la letrada de la acusación, Beatriz Seijo, a los guardias civiles que participaron en la investigación. El desencuentro entre la jueza que entonces estaba al frente del Juzgado de Instrucción 1 de Verín y la Guardia Civil resultó evidente en distintos momentos. La familia de la víctima ha pedido que se le exijan responsabilidades, pero el Poder Judicial no ha encontrado motivos.

Verbalmente y por escrito

Los guardias, sea como fuere, defendieron su actuación. Cuando le presentaron el primer atestado, a partir de la declaración de Aniceto, ya advertían por escrito que había otras hipótesis. Y verbalmente también se lo hicieron saber. La agresión fue entre el 1 y el 2 de abril del 2015. El día 6 entregaron el primer informe y la informaron verbalmente de sus sospechas. Ella decretó secretas las actuaciones, algo absolutamente inusual para un simple caso de robo. Si no lo detuvieron entonces, pese a tenerlo claro, fue por el afán de obras «con pruebas y fundamento», según uno de los testimonios de ayer.

A la Guardia Civil le salta la primera señal de alerta a mediados de mes, cuando reciben información de un probable traslado desde Reanimación a una planta ordinaria del CHUO dada la buena evolución de la víctima. «Nuestro objetivo pasa a ser el de mantener a Isabel con vida», dijo el responsable de la investigación, que confesó haber apurado todas las opciones, incluida la de pedir en el CHUO que la mantuvieran en Reanimación.

Cuatro días de espera

El día 24 de abril, viernes, tenía listo el atestado complementario. Las diligencias eran secretas y la jueza no estaba, según le dijeron: volvería el 28, martes. Intentó ponerse en contacto con ella telefónicamente, en su número privado, pero no lo logró durante todo el fin de semana, según declaró ayer el funcionario. Posteriormente, con Isabel Fuentes en planta y sin que en el juzgado se autorizara ni el pinchazo del teléfono de Aniceto ni otras medidas, la Guardia Civil perdió el control sobre aquella situación. Hasta que el día 8 de mayo, viernes, perdió la vida la mujer en la habitación del CHUO.