«Pertenezco a una generación que intentó cambiar las cosas en Ourense»

Marta Vázquez Fernández
marta Vázquez OURENSE / LA VOZ

SAN CIBRAO DAS VIÑAS

miguel villar

El empresario ourensano José Enrique Rodríguez López es el fundador de una empresa líder en la fabricación de ambulancias

13 ene 2019 . Actualizado a las 13:30 h.

A él le tocó vivir otra época. Una en la que no había tantas facilidades como ahora pero con más oportunidades. El supo verlas y fue capaz de montar su propia empresa sin haber cumplido los 25 años. Hoy son sus hijos quienes han cogido el testigo al frente del negocio pero José Enrique Rodríguez López, a quien todos conocen como Pepe, tiene el mérito de haber convertido aquel pequeño taller de carrocería en un empresa con 200 trabajadores líder en la fabricación de ambulancias y coches policiales.

«A los catorce años, como casi toda la juventud de aquella época, yo empecé a trabajar», recuerda Pepe, quien asegura que entonces solo unos pocos jóvenes estudiaban. A él lo contrataron en carrocerías Pérez y los dos años siguientes fueron cruciales para su futuro. «La gente dice que cuando un joven va a trabajar a una empresa lo explotan, pero yo mantengo que bendita sea esa explotación, si se puede llamar así, porque sin aquellos dos años de aprendizaje que yo pasé en aquella empresa, tal vez hoy no existiría Rodríguez López Auto. Aquel tiempo fue muy importante para mi», asegura.

Como él, hubo muchos otros chavales ourensanos que sintieron el gusanillo empresarial. «De aquellos años salimos bastantes empresarios. Fuimos una generación muy emprendedora y prueba de ello fue que en un plazo de seis meses montamos quince empresas. Algunas duraron más y otras menos, pero ya teníamos mentalidad de empresarios», recuerda.

¿Y cuál era la motivación para aquella determinación y aquel empuje? «Lo que teníamos era una necesidad de superarnos, de tener cosas, de crear. Veíamos lo que había a nuestro alrededor y nos parecía que debía cambiar, que teníamos que levantar la ciudad y modificar la mentalidad de los ourensanos», afirma, recordando que «en aquellos tiempos nos reuníamos, íbamos a una verbena al Posío o tomábamos vinos por la calle San Miguel y nuestras conversaciones giraban entorno a lo poco que nos gustaban algunas de las cosas que pasaban. Pertenecí a una generación que quería cambiar las cosas. Lo intentamos, aunque creo que no llegamos a la meta que queríamos, que era situar a Ourense en otro sitio, al nivel que otras provincias. Algo hemos hecho, aunque no todo lo que nos hubiese gustado». Aquella generación de ourensanos emprendedores se miraba en el espejo del País Vasco, una comunidad próspera gracias a la industria siderometalúrgica. «Allí era donde estaba la industria y la innovación, donde más se generaba, se hacía maquinaria. Ese era nuestro espejo. Nosotros queríamos parecernos a esos empresarios, llegar a ser como ellos», dice.

Él no tardó en poner los medios para tratar de emular a quienes eran su modelo. «Mi inquietud fue siempre la de ser empresario, y pudiendo ser un poco destacado», reconoce. En 1973 tuvo la opción de hacerse con parte de un negocio con el que poco después se quedó y ahí comenzó todo, en un bajo de Seixalbo. «Nuestro plan fue siempre innovar y ya por aquellas fechas fabricamos la primera caja para que Orember pudiese transportar tableros». Luego se fueron especializando en reconstrucción de autobuses pero había muchos carroceros y apostaron por algo distinto. «Nos dimos cuenta de que las ambulancias se transformaban en Madrid, Barcelona y Valencia», así que pensaron que podrían convertirse en un negocio de transformación de esos vehículos para el norte. Se lanzaron a ello y no solo se convirtieron en ese punto de distribución, sino que poco a poco fueron abarcando todo el territorio nacional, al tiempo que la empresa crecía en una nueva ubicación en el polígono industrial de San Cibrao. «Hemos acertado en el diseño, en el formato, lo que hemos hecho ha ido gustando y así estamos hoy».

José Enrique recuerda con cariño sus primeros años de vida en Ourense. «Mi infancia fue muy buena, es un tiempo que añoro porque fue muy feliz. Me crie entre las zonas de As Eiroás, O Vinteún, Cudeiro y A Ponte. Tenía una pandilla de amigos que eran de esos barrios», rememora. No ha olvidado las tardes en el cine Yago, «el chapolín del Severo» o aquellos bailes de Jardín de Posío. «Eran unos bailes preciosos, sobre todo los de las fiesta del Corpus», asegura.

Cree que los jóvenes de ahora son muy distintos a los de su generación, tal vez menos ambiciosos. «Creo que tal vez parte de la culpa de que eso ocurra sea nuestra, porque no supimos educarlos para el mundo empresarial. Nos preocupamos de cuidarlos porque no queríamos que pasasen lo que nosotros, pero en realidad nosotros no pasamos nada malo, simplemente nos tocó vivir una vida y la intentamos cambiar, pero mi generación no lo pasó mal, y ha sido un error el proteger tanto a los jóvenes. Creo que tienen que producirse muchos cambios».