Una tarde con la bisabuela 3.0

Fina Ulloa
Fina Ulloa OURENSE / LA VOZ

RIBADAVIA

Carmen Rey, que cumple hoy 95 años, utiliza Facebook a diario para comunicarse con los familiares que viven lejos y con sus muchos amigos en la red social 

31 jul 2015 . Actualizado a las 19:24 h.

Nos recibe en el salón de su casa, con una amplia sonrisa, sentada frente a una mesa camilla y con un canesú de ganchillo entre sus manos que está confeccionando para uno de sus nueve bisnietos. Una estampa previsible cuando uno visita a una mujer de 95 años -los cumple hoy-. Pero ahí termina lo convencional. Junto a la labor y la caja de metal reciclada para cajón de hilos, Carmen Rey Rodríguez tiene un ordenador portátil.

«Este me lo compraron entre los nietos hace dos años», aclara. No fue un capricho sin fundamento de sus descendientes. Asegura que le era muy necesario. «Ya tenía otro, pero era muy pequeño y no me manejaba bien... Bueno, con este a veces también tengo fallos y me hago fotos sin querer. Pero yo pruebo, le doy a todo, no le tengo miedo», aclara entre risas.

Internauta desde 2009

Su estreno en las nuevas tecnologías fue en el 2009. Tenía entonces 89 años y ya disponía de móvil «pero le tengo un poco de manía; uso el wassap de voz porque las teclas son muy pequeñas», dice. Así que se empeñó en el ordenador. «Me dijo que por qué no nos comprábamos uno entre las dos», apunta su hija Rosa, que fue la encargada de darle algunas clases orientativas para manejarlo. Hoy Carmen -o Mucha, como se identifica en las redes sociales- se mueve con soltura tanto con el correo electrónico, desde el que incluso envía fotos a sus parientes, como en Facebook. «Me encanta. Opino mucho. Yo entro en los debates y hablo de todo, incluso critico a los políticos. Si algo no me gusta ¿por qué no voy a decirlo? Si a mi edad no voy a poder decir lo que quiera, ya me dirás tú», señala entre risas. También entra en Internet para hacer consultas pero, a pesar de su fama como cocinera, no busca recetas. «A veces busco ideas para hacer en ganchillo, y la verdad es que es muy útil; viene todo muy explicadito, y si sigues los pasos, te sale», asegura.

Desde que su movilidad se ha reducido, el ordenador ha ganado importancia en su rutina diaria, y confiesa que las redes sociales la han apartado de algunas de sus aficiones tradicionales. «Antes leía mucho pero ahora me pongo con esto y a veces me da la una de la mañana», reconoce.

Eso sí, a pesar del correo electrónico no ha perdido es su predilección por escribir cartas de su puño y letra. «Debe de ser la única que todavía compra sellos», bromean sus hijos. Ella dice que lo hace porque le gusta, aunque también es una necesidad. Los destinatarios, parientes o conocidos de su edad, no están tan «actualizados» como ella.

Ribadaviense «de Coruña»

Carmen es hija del legendario jugador del Dépor Bonifacio Rey. Coruñesa de nacimiento se trasladó a Ribadavia con su marido hace casi siete décadas y reconoce que el cambio de una urbe, como ya era entonces la ciudad herculina, a la pequeña villa ribadaviense, fue impactante. «Ni muebles me traje. Me dijeron que nos veníamos un añito, y ya ves...», narra. La nostalgia de los primeros años la paliaba leyendo las noticias locales de los ejemplares de La Voz que su padre le enviaba por correo, y que le llegaban varios días después. «Eran otros tiempos. Cuando querías poner una conferencia telefónica la pedías y días después te la ponían; o igual si llamabas para hablar con alguien ya la propia operadora te decía que esos días no estaba en casa. Era así. Todos nos conocíamos» cuenta entre risas.

Carmen Rey no renuncia al orgullo de su tierra de origen, pero asegura que se siente igualmente ribadaviense. De hecho siempre ha disfrutado de la vida de esta villa ourensana. Mientras su movilidad se lo permitió no se perdía la Mostra Internacional de Teatro y hasta hace dos años se vestía de medievo para disfrutar de la Festa da Istoria «Ahora ya con el andador y con tanta gente por las calles, es imposible», lamenta. La ausencia de muchas de las amigas de su generación también la desanima a salir. «Pero ahora tengo un montón aquí. Amigas y también amigos; ni sé cuantos» añade apuntando al ordenador. Sus hijos le recomiendan que no acepte a todos los que le piden esa amistad «pero es que insisten, y me da pena decirles que no», se justifica.