Somos normales

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa DE REOJO

OURENSE CIUDAD

09 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Seguir la actualidad, incluso en un lugar aparentemente corriente como Ourense, nos lleva muchas veces a comprobar si está bien pintada la línea roja que separa la realidad de la ficción o si alguien, sin querer, la ha movido. Pasa mucho con los políticos, que es oírlos hablar y preguntarse si realmente son de este mundo. Algunos parecen actores de una serie de televisión, que van leyendo el guion capítulo a capítulo. Imagínense un culebrón que llevase por título Historia de unos presupuestos. Pues ahí estarían los representantes de los ciudadanos, en clave sitcom (ay que risa, que me meo). Los protagonistas diciendo que las cuentas del Estado son maravillosas aunque las sumas luego no salgan y, mientras, sus antagonistas (o sea, la oposición) interpretándolos siempre en la misma clave de afrenta pero apenas sin calcular los millones arriba o abajo o analizar los proyectos que se mueren por inanición.

Ante estos guiones yo me quedo con otras historias que esta semana se asomaron también a La Voz, las que firma Isaac Pedrouzo -para muchos, unodelosdelTorgal- en un libro que acaba de presentar. Al papel de editorial aún tengo que echarle el diente pero el mismo espíritu destilan los artículos que publica en este periódico una vez a la semana y que me hacen reconciliarme con el ourensanodetodalavida (distinguir siempre de los que dicen «ourensanía»). Porque cuando recuerda cómo nos subíamos a aquellas sillas altísimas de Chavalín para probarnos unas zapatillas; cuando habla del picadero de Oira o del hostal Lido, sitios que yo solo conozco porque oí hablar de ellos a mis amigos, de verdad de la buena; cuando me traslada a aquellas míticas cenas en La Romántica o me hace pensar en los pollitos que nos compraban en la plaza de abastos; cuando me hace contar la de paquetes de chicle que tiré después de comprárselos a Umberto en los Vinos... entonces me doy cuenta de que hay gente normal. Y es un alivio que no veas. Porque aunque estemos rodeados de actores que repiten su papel, telecomedia tras telecomedia y drama tras drama, resulta que los normales somos más. Y que podemos acabar rodeándolos a ellos.