Con D mayúscula

Isaac Pedrouzo ESTO NO ES OREGÓN

OURENSE CIUDAD

04 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi abuelo, Don Pepe Pedrouzo, siempre decía que hay dos tipos de personas: los que ponen gintonics y los que piden gintonics. Él decidió ser los dos a la vez.

A uno no le dan la D mayúscula por ser un cualquiera. Ni siquiera por ser piloto de carreras.

Mi abuela, Doña Mary Luz, también se ganó la D mayúscula el día en que se convirtió en la primera mujer en conducir un coche de rally en Ourense. La señorita Álvarez Torres.

Nunca he creído en el azar ni la casualidad como ciencias ciertas, por ello apostaría todo el dinero que no tengo a que, si de verdad existe alguien divino ahí arriba, jugó a poner cada cruce y cada curva en el sitio adecuado del camino hasta que ambos llegaron al mismo destino.

Como no podía ser de otra manera, Pepe y Mary hicieron equipo. Pedrouzo-Álvarez estampado en cada puerta del Renault 8. Pedrouzo-Álvarez escrito en el buzón de aquella casa en Marcelo Macías.

Él conduciría, ella cantaría las curvas.

Con la decisión de ser los dos tipos de personas posibles a la vez, y casi convirtiendo en tradición familiar eso de los bares, abrieron el club de rally. El club de rally no era otra cosa más que un bajo situado en mitad de la cuesta que es la calle Manzaneda cuya fachada presumía de una gran ventana redonda que iba desde el suelo de la acera hasta casi el primer piso, una barra de bar, unos pocos taburetes y un puñado de mesas. Cristales tintados, olor a humo y la rivalidad esperando sentada en el bordillo de enfrente.

El club de rally no era otra cosa más que un club de rally.

Pilotos, copilotos y alguna celebridad local embriagados entre puros, copas y trofeos de carreras. Sin competencia, celos ni envidias.

El día en que fue ella quien condujo y él quien cantó las curvas, nació mi madre. Empeñados en dejar la vida alegre y la competición como legado familiar repartidos a partes iguales, se propusieron tener un niño, porque aquello de la igualdad ya existía en algunas casas.

Dos D mayúsculas pero ninguna Y en los siguientes cuatro intentos que terminaron convirtiéndose en mis cuatro tías, lo que podría haber sido la primera escudería femenina ourensana.

Pero ellas solo heredaron la vida alegre. Ya no hubo más Pedrouzos escritos en la puerta de ningún coche, ya solo se cantaba en las comidas familiares del cocido de los domingos.

La luz del Rally Club -nombre que lucía en el cartel sobre la puerta- se apagó el día en que el coche no volvió a salir del garaje para correr. El día en que si salía del garaje era para ejercer de transporte infantil.

A mis abuelos no les hicieron ninguna estatua en ningún parque de la ciudad, no es lo mismo correr en un Renault 8 que en un deportivo, y aquel bajo de la calle Manzaneda se transformó en una triste tienda de ultramarinos que conservó, eso sí, una foto con más de dos D mayúsculas.