Abandonar no siempre es fracasar

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa DE REOJO

OURENSE CIUDAD

15 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Dos de cada diez alumnos de primer curso de la Universidad de Vigo abandonan sus estudios. Pocos me parecen. ¿Cuántas probabilidades tiene un chaval de 17 o 18 años de acertar a la primera con la carrera? ¿Qué posibilidades tiene de elegir bien cuando da el primer paso adulto de su trayectoria profesional? No deja de dar vértigo tener que decidir (o creer que tienes que decidir) en el instituto a qué vas a dedicar tu vida. Quizás sea una presión más social que real porque tampoco es tan grave dimitir de la primera opción o hacer un segundo intento en honor de la carrera soñada. De ese primer año, que puede parecerle perdido al estudiante o la familia, se aprende seguro. Si no son conocimientos académicos se aprenden otras cosas: a rectificar, a lidiar con la frustración, a tomar decisiones... bah, ya saben, cosas por las que no te dan créditos pero que te dan crédito. Hay muchas posibilidades, no solo universitarias, para aquellos que no saben desde siempre que quieren ser médicos, por citar una profesión que lleva la vocación en el ADN, o estudiar Traducción, por referirme a la titulación a la que le son más fieles los alumnos en la Universidad de Vigo. La cosa es que los chavales las conozcan y puedan amoldar a ellas sus intereses y sus aptitudes. Dejar la carrera o cambiarla no es fracasar (mucho menos en la titulación más abandonada de Ourense, el doble grado de Informática y Empresas, que es Champions League) sino seguir buscando el éxito. La gente, cuando deja de preguntar a los niños «¿A quién quieres más, a papá o mamá?», suele plantearles directamente lo de «¿Qué quieres ser de mayor?». Lo preguntan a partir de los 5 años y dejan de hacerlo sobre los 15, justo cuando sería oportuno. El campus es una oportunidad para que los adolescentes miren por la ventana del futuro. Debe ser un catálogo académico, al menos un muestrario, para que el primer contacto con la universidad no sea la matrícula o el emocionante pero inquietante primer día de clase. A esos dos de cada diez alumnos solo se le puede decir una cosa: tenéis toda la vida por delante; y no es una forma de hablar.