«En una sociedad gastronómica lo primero tiene que ser pasarlo bien»

p. seoane OURENSE / LA VOZ

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Santi M. Amil

La pena «Cen Grados» cumple este mes de octubre veinticinco años de existencia

23 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Francisco Barreiro Díaz (Trasmiras, 1958), hijo de maestra, no le duelen prendas a la hora de reconocer que no fue buen estudiante. Por eso, interno en Maristas, cuando llegó a cuarto de bachillerato lo invitaron a buscar otro colegio. Y pasó a Cisneros, como habían hecho otros. Entre la mili en la Cruz Roja y los estudios de Magisterio pasaron sus primeros años en Ourense. Hasta que se cansó y decidió volar. En sentido literal. A Venezuela. «Cuando lo pienso y veo cómo andan las cosas por allá, es para llevarse las manos a la cabeza», dice Francis, con el recuerdo de un país rico, «donde vivía como un rey, entre lo que ganaba en el colegio donde me habían contratado y la asesoría económica de mi tío, que era quien estaba allí y quien me llamó para ir».

Al final, sin embargo, la perspectiva de formar una familia tiró más que la buena temperatura y la buena vida, aunque, de regreso a Ourense, pronto se asomó a la hostelería. Fueron solo dos años, pero fue una buena época la del «Mambo», entre 1986 y 1988, en la calle San Pedro. Ese último año fue el del gran cambio en su vida. Primero, al incorporarse como administrativo a Casa de los Lentes, una empresa familiar de las que tiene solera en Ourense, donde se encuentra a gusto y donde ya lleva veintiocho años, que es toda una vida.

Le faltó tiempo, de todos modos, para armar algo y mantener ese espíritu festeiro que lleva en la sangre. El equipo de baloncesto (Zona Sur) durante su etapa de hostelero había estado bien y era un buen complemento a la dura vida nocturna, pero tampoco acababa de convencerlo ni era el mejor plan para continuar. Surgió entonces la sociedad gastronómica «Cen Grados».

Poca tradición hay en Ourense, pero de alguna forma había que empezar. «De lo que siempre se trató, igual cuando éramos ocho amigos y nos reuníamos en un bajo de la calle Pardo Bazán, como ahora, que nos hemos estabilizado en torno a veinte, era de reunirse con la excusa de tomar una botella de vino, o preparar una cena, según las etapas, para desconectar de problemas, charlar y divertirse un rato», dice el eterno presidente, quien, como sus compañeros, igual disfruta de la cena de cada jueves, en los locales de la avenida de Zamora, como luego con el naipe, el futbolín y lo que se tercie.

De los fundadores quedan dos. Paco Martínez y él. «Unos van y otros vienen, hay quien lleva años y le apetece seguir y quien, por los motivos que sea, decide retirarse. Cada cual es muy libre de hacer lo que le plazca en cada momento», pero todo el mundo sabe que los jueves hay reunión, que siempre son bienvenidos esos amigos que son como de la casa aunque formalmente no forme parte de una peña que honra y recuerda, siempre que tiene ocasión, a los fallecidos Germán Cobas, Modesto Soto y Manuel Masid.

Tres locales diferentes

Francis, como el resto de sus compañeros, tiene claras las prioridades. «Lo primero siempre tiene que ser pasarlo bien, igual en una sociedad gastronómica como si sales con cuatro amigos a tomar unos vinos. Preocuparse de estar al día en las cosas del comer también es necesario, claro, pero creo que no es la prioridad. No crea que sea necesario que nos pongamos serios y trascendentes para tomar un plato y disfrutar de una cena», reflexiona el presidente de «Cen Grados», una sociedad, digamos así, que este mes de octubre ha cumplido un cuarto de siglo y pasado por tres locales. El primero, más un garaje que un bajo; el segundo, en la calle Fornos, donde ya lograron instalar una cocina en 1993, y el tercero, un local entre bajo y sótano, en la avenida de Zamora, donde cada jueves se han de esforzar para bajar el tono a partir de cierta hora, que los vecinos tienen derecho a dormir.

Dos fechas de nacimiento con el servicio militar como excusa

No es que Francis haya tenido un grave accidente, de esos en los que los protagonistas vuelven a nacer y animan luego a celebran dos cumpleaños: el primero, de acuerdo con el Registro Civil, y el segundo en esa fecha señalada que pudo haber variado todo. Pero tiene dos fechas de nacimiento. El suyo fue un caso más prosaico que poético. Nació el 3 de diciembre de 1958, pero no aparece inscrito en el Registro Civil hasta veintimuchos días después, el 31 de diciembre del mismo año. Siendo como es un festeiro irredento, cumple el 3 de diciembre, pues el día de fin de año ya es fiesta en sí mismo. En muchas ocasiones los bailes de fechas tenían que ver con la incomodidad del desplazamiento de los padres. No fue el caso. Estaba todo estudiado, pero no contaban con la seriedad de quien estaba al frente del juzgado de paz en el que lo tenían que anotar. Alguien de la familia había llegado a la conclusión de que, inscribiéndolo el 1 de enero de 1959, tardaría un año más en ir al servicio militar. De ahí el deseo de retrasar la fecha. No fue posible estirarlo más y el DNI dice que nació el 31 de diciembre de 1958. Ya estaba bautizado, por cierto...