Vivimos en una interminable campaña electoral. Desde que se convocaron las elecciones generales del mes de diciembre del año pasado los ciudadanos nos hemos visto sometidos a un proceso continuo de bombardeo de propaganda política que parece no terminar nunca. Y no lo hará, al menos de momento. Cuanto todavía no nos hemos recuperado de los segundos comicios a nivel nacional -con los que no se ha conseguido despejar la incógnita de quién será capaz de formar gobierno- asoman ya a la vuelta de la esquina las autonómicas. Y la verdad es que da pereza porque, a tres meses de las votaciones, ya empezamos a escuchar las primeras promesas y padecemos, día sí, día también, del desembarco de autoridades. Hoy presentan un proyecto, sea o no nuevo, mañana se reúnen con un colectivo, pasado hacen una visita... y así día tras día buscan la fórmula para salir en las fotos. Tanto se esfuerzan por conseguir el titular que a veces parece que se les va un poco la mano. Si no, no se explica que, después de ocho años en el cargo, al presidente de la Xunta se le ocurra ahora, cuando ya piensa en su tercer mandato, prometer un balneario para Ourense. Pero, ¿por qué no lo ha hecho antes? ¿Acaso Núñez Feijoo acaba de enterarse de que la ciudad termal de Galicia en realidad no tiene un balneario?
Temo que la desinformación o la preocupación por las plazas hoteleras de Ourense no son las razones de esta ocurrencia pero, en todo caso, preparémonos porque esto no es más que el principio. Sacarán toda la artillería con la intención de arrancar nuestros votos, así que más nos conviene estar preparados, y ser escépticos.