Nada bueno fue el regusto que dejó el último derbi de la LEB Oro. Muy alejado de aquellas batallas del Miño que auparon al Club Ourense Baloncesto por encima del Breogán y con rumbo a la añorada Liga ACB.
Lo cierto es que el ya conocido aplazamiento del ascenso a la máxima categoría enfrió mucho el ambiente y que imprevistos posteriores como el adiós prematuro de Agbelese complicaron el plan de divertir al público en el Pazo. Pero alguien debería tocar la campana de última vuelta y anunciar a los cuatro vientos que la ACB está a la vuelta de la esquina.
Los trámites burocráticos están en marcha y los planes previstos pasan por acercar el torneo y su radio de acción a la ciudad. Mientras tanto, ayer reposó en el Marcos Valcárcel la Copa del Rey -la misma que se disputará en A Coruña-, para que los aficionados pudieran verla de cerca e incluso fotografiarse con ella. En realidad fue una iniciativa privada de uno de los patrocinadores del torneo, pero todo ayuda.
Otro cantar es el de la recta final de una competición regular descafeinada para los ourensanos, una vez que a alguien se le ocurrió que los ascensos se deciden -e incluso se les pone fecha- en los despachos. Los rectores cobistas hacen bien en no malgastar un euro en un proyecto deportivo a corto plazo, cuando la gran empresa se concentrará en el segundo semestre de este año.
Al contrario, lo que se echa en falta es un poco más de vidilla y que el manto del baloncesto profesional del más alto nivel llegue a nuestras calles. Ya va tocando.