En el patio del baloncesto patrio, los dueños del balón son los popes de un colectivo más pendiente de cuadrar las cuentas que de organizar -y salvaguardar- los valores de uno de los torneos más importantes del orbe.
Quizás, a cierta edad, no deberíamos sorprendernos. Pero la cruda realidad es que los responsables del fútbol ni siquiera niegan sus tropelías, los del tenis pasan de los propios deportistas y otros muchos administran diversas federaciones deportivas como si de cortijos privados se tratara.
Volviendo a la Asociación de Clubes de Baloncesto, tampoco podemos olvidar que compró el balón con dinero de los demás y que, en el caso que nos ocupa, sometieron al COB y a toda una ciudad a un mes de tortura psicológica, con el afán de levantar una cortina de humo que permitiera no admitir la verdad, porque a pocos escapa que el empeño de Fuenlabrada de no abandonar la categoría prevaleció por encima de todo lo demás.
Resulta evidente que la ACB no disponía de una vacante para Ourense y el equipo que se había ganado el derecho a jugar -al igual que un Burgos al que tampoco han dejado pasar al patio en tres ocasiones consecutivas-, tendrá que esforzarse una vez más por repetir la hazaña. Parece claro que los dueños del balón no marcan goles, ni meten canastas. Lo que sí pueden hacer es seguir administrando cada año las recompensas a esos que sí lo hacen, a unos deportistas que trabajan duro día a día por alegrar a sus fieles seguidores.