El afeitado fue el gesto más frecuente de la represión femenina en el franquismo, según una investigación ourensana

MAR GIL OURENSE

OURENSE CIUDAD

Julio Prada, Susana Reboreda y Jesús de Juana, en las jornadas que organiza la UNED.
Julio Prada, Susana Reboreda y Jesús de Juana, en las jornadas que organiza la UNED. santi m. amil< / span>

Julio Prada reveló las conclusiones de su estudio en las jornadas de la UNED sobre la represión franquista

03 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Las rapadas -el afeitado del cabello- fueron, posiblemente, el más frecuente gesto de represión sexuada contra las mujeres durante los primeros meses de la guerra civil española, según el estudio presentado ayer por el investigador Julio Prada en el marco de las terceras jornadas sobre el franquismo en Galicia, que organiza la UNED con el apoyo de la Facultad de Historia. Prada dio a conocer los últimos resultados investigadores sobre el papel de las mujeres gallegas en la resistencia al golpe de estado y durante las distintas etapas posteriores.

En la segunda parte de la jornada, el también investigador Alejandro Rodríguez analizó las motivaciones de las mujeres para dar apoyo a los grupos guerrilleros una vez cerrado el frente de batalla. Para ello presentó los datos de un trabajo que analiza la realidad en las comarcas de El Bierzo y A Limia.

«Nos primeiros catro ou cinco meses da guerra -expuso Julio Prada- a rapada foi unha práctica absolutamente estendida porque temos referencia de casos en todos os concellos de Galicia. A maior concentración produciuse en vilas da costa, como Bueu, Cangas ou Vilagarcía, e, en Ourense e Lugo, as zonas de Valdeorras, Quiroga, Ribas de Sil tamén foron moi castigadas».

El investigador y profesor de la UNED y el campus de Ourense clasifica en dos tipos a estas mujeres agredidas por el hecho de serlo. Por un lado, mujeres consideradas transgresoras por su modo de vivir durante la República: «Todas aquelas que tiveron actividade política ou sindical ou asistiron a manifestacións e mítines; mulleres casadas polo civil ou que tiñan publicamente relacións sexuais fóra do matrimonio, as mulleres libres».

Un segundo grupo de rapadas lo integraban las mujeres «que axudan a familiares varóns fuxidos ou na guerrilla. Estas mulleres responden a un paradigma máis clásico dentro da muller do franquismo, pero son atacadas porque se considera que traizoaron o seu papel no fogar».

Sobre esos dos arquetipos de mujeres vilipendiadas con el afeitado público de sus cabellos, «funcionou moito o tema do despeito -explica Prada-: homes que foron rexeitados por esas mulleres, por exemplo, fan que sexan castigadas desta maneira, pero sempre coa base dalgúns dos dous arquetipos anteriores».

Junto con la violación y otros tipos de agresiones sexuales, el rito del rapado sigue vigente hoy en día e históricamente estuvo presente en diferentes momentos y culturas. La Biblia habla de esta práctica, expone Prada, que también utilizaron los visigodos o los franceses tras la liberación y que hoy se sigue aplicando en la India, por ejemplo, contra mujeres de familias que se convierten al cristianismo o en Brasil en casos de venganza por adulterio: «O nexo común está na idea de que hai unha desviación feminina do que son unhas normas sociais comunmente aceptadas».

Frente a la violación, siempre oculta, el rapado durante la guerra y el franquismo era «algo visible e socialmente admisible; o rapado facíase á luz pública, desfilábase coas rapadas».