«Pois sí que me río, sempre fun así e non vou cambiar»

pepe seoane OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Santi M. Amil

El frutero Eugenio Montes Feijoo tiene la sonrisa puesta de forma permanente

06 jul 2012 . Actualizado a las 11:18 h.

Tiene la sonrisa puesta de forma permanente. En la cara es fácil pintarla, o colocarse una careta, incluso a modo de implante, pero transmitir alegría con los ojos y con los gestos ya es otra cosa. Sobrarían a Eugenio Montes Feijoo (Coles, 1954) razones para andar por la vida instalado en la pelea contra el mundo, vestido con traje de agotado, mostrando ese perfil tan dolorosamente visible de quien está al límite tanto física como mentalmente, harto, con la queja instalada en los labios, rendido o entregado a cualquier cosa. Pero no. Este es de otra pasta.

Ni siquiera cuando un cortacésped le rebanó medio dedo hace cinco meses, por una imprudencia, cambió el registro. Cómo será que ni recuerda la fecha del accidente. «A mediados de febreiro, foi o 8 ou o 10». Ya es algo. Estuvo hospitalizado, sabe de implantes, pero como si nada...

Los padres de Eugenio tenían una frutería en Ourense. Cuando él y su mujer, Lidia Fernández, se hicieron cargo de ella le mantuvieron el nombre, La primavera. Hasta el 2007, cuando la presión del bum inmobiliario acabó empujándolos de aquel bajo a otro local, próximo y con más comodidades, pero sin el sabor a vieja tienda de ultramarinos que conservaba aquel. Se marcharon a disgusto, pero él como si nada. Pecho adelante y sonrisa puesta. ¿Que cada día se complica un poco más la situación de la persona mayor que tienen en casa, mientras aumenta, inflexible, la discapacidad? Tampoco pasa nada. ¿Hay que levantarse todos los días, de lunes a sábado, a las cinco de la madrugada para ir al almacén y elegir la mejor fruta antes que la competencia? Se hace. Que por la noche, entre recoger, poner orden, cerrar, llegar a casa, tomar algo a modo de cena para garantizar la supervivencia, se ponen en la una o las dos de la madrugada... Tampoco pasa nada. ¿Dormir cuatro horas al día? Sin problema. Los clientes de la frutería Lidia de Ourense, en la muy céntrica calle Concello, saben que es como la tienda de barrio de toda la vida. A las ocho de la mañana ya están allí. Y a las diez de la noche siguen dentro, con la puerta entornada. ¿Que aparece un cliente a deshora? Allí está Eugenio para poner buena cara. Y Lidia, su mujer, que merecería estrenar una sección en plan «disculpe, yo nunca me agobio», o algo así.

«¿Que si estou sempre rindo? Pois si, sempre fun así e non vou cambiar agora. Que chova o que queira». En agosto cierran la tienda. Dormir es la felicidad. Comprensible.