Aquí no cabe ni una rosca más

Carlos Cortés
carlos cortés MONFORTE / LA VOZ

O CARBALLIÑO

ROI FERNANDEZ

Niños y mayores llenaron a rebosar la iglesia de San Vicente en la clásica bendición del día de San Blas

04 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En tiempos, el día de San Blas era en colegios e institutos de Monforte uno de esos festivos que no lo son pero que se hacen, porque así lo manda la costumbre. Ya no sucede, y eso le ha quitado público a la misa matinal en la iglesia de San Vicente, la que más público reúne de todas las que se celebran ese día en las parroquias de Monforte. En los últimos años, la afluencia parecía estar decayendo, pero ayer se recuperó y volvió a sus mejores tiempos. El interior de la iglesia estaba abarrotado y muchos tuvieron que quedarse fuera.

En la parte más cercana al altar se colocaron los chavales de los cursos inferiores de los colegios Escolapios y Torre de Lemos. Sus profesores decidieron que merecía la pena sacarlos de clase a esa hora para que presenciasen la ceremonia y allá fueron los pequeños con roscas dentro de sus mochilas escolares. Tras ellos, centenares de personas llenaban la iglesia desde unos minutos antes de las once de la mañana, la hora a la que empezó el oficio religioso.

Faltaron los de O Carballiño

Tras la misa, llegó como siempre el momento culminante. El párroco de A Régoa, Rafael Mella, dejó el altar y empezó a salpicar con agua bendita las bolsas llenas de roscas que levantaba el gentío. Después vino la ceremonia en la que los fieles pasan alrededor de la imagen de san Blas las cintas de colores que según esta creencia religiosa sirven para proteger a cualquiera que se las ponga durante los siguientes nueve días.

Este rito, que mezcla ceremonia religiosa con fiesta meramente popular, recuperó ayer público a pesar de que le faltó un complemento que ya era casi tan tradicional como la propia bendición. Por primera vez en muchos años, no se instaló en el centro de Monforte ningún puesto de venta de rosquillas. Durante décadas, la vendedora de roscas fue Carmiña, una mujer de Ribadavia que no faltaba nunca a su vita con el San Blas monfortino. Tras su fallecimiento, en el 2004 le tomaron el relevo Julio Corral y Ana Vázquez, un matrimonio de O Carballiño. Carmiña solía instalarse frente a la plaza de Abastos, pero ellos preferían la plaza de España. Hasta este año.