El burrito se come una Big Mac

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE V TELEVISIÓN

O CARBALLIÑO

21 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El  31 de enero del año 1990 la multinacional de comida basura McDonalds inauguró en la Plaza Roja de Moscú su primer establecimiento en el territorio de la antigua Unión Soviética. La apertura fue un acontecimiento que hizo por el american way of life más que una película de Disney.  El restaurante fue visitado aquel primer día por treinta mil moscovitas que soportaron colas de más de cinco horas para engullir una BigMac y señaló al mundo que la guerra fría tenía un vencedor: entre los blinis y el Happy Meal los rusos preferían el hipercalórico y adictivo menú americano.

Desde que empezaran a ser fabricadas en 1940 por los hermanos Dick y Mac McDonald esas hamburguesas siempre bajo sospecha de gourmets y médicos han sido el símbolo más suculento del imperio. Durante décadas, la cadena se expandió por el mundo al ritmo silencioso de una epidemia. Comer uno de esos bocadillos te identificaba con el territorio que determinaba nuestro modo vida. La conquista no dependía de las bayonetas, sino de unos aros de cebolla rebozados. A la tentación sucumbieron millones de personas y miles de ciudades que despreciaron figones tradicionales y entregaron esquinas emblemáticas a la multinacional de la m amarilla.

Los hábitos alimenticios tienen más que ver con la política que con la nutrición. Para los jóvenes airados del 68 engullir una Coca Cola en público era una traición que se pagaba con el desprecio de los camaradas. Durante la era Fraga, la moneda de curso oficial no fue el euro: la importancia de los actos públicos, la temperatura del poder de don Manuel se determinaba en función del número de empanadas que se distribuían en una de aquellas romerías que tanto gustaban al líder y que sublimaban la estrecha relación que de siempre ha existido entre el estómago y la ideología.

Mucho antes que mezquitas, los musulmanes regresaron a España abriendo barzuchos que despachaban kebabs. Hasta finales de los ochenta, esos rollos de carne de cordero eran una rareza en un país de tortilla de patata y churros que hoy conviven con una naturalidad muy saludable con una oferta cada día más sofisticada de falafel y el hummus.

La comida ha hecho más por la identidad que el mejor de los discursos. O Carballiño es pulpo; A Limia, patatas kennebec; Galicia son grelos; Cataluña, calçots y Cádiz un suculento bonito de la almadraba y un aperitivo de ortiguillas de mar.

Por todo ello, conviene no despreciar la siguiente noticia económica. McDonald?s acaba de relevar a su consejero delegado ante la crisis existencial que atraviesa la multinacional, incapaz en los últimos años de cogerle el pulso al estómago de la modernidad y noqueada ante lo que parece un evidente agotamiento del modelo. La competencia más feroz viene de la cadena Chipotle, que en lugar de  hamburguesas despacha burritos de inspiración mexicana. Los ejes del mundo se están desplazando. El gastronómico y con él todos los demás.