El miedo se cierne sobre Chaioso

Cristina Marquina

MACEDA

ANTONIO CORTÉS

Gritos, risas y muchas ganas de pasarlo bien en la gran fiesta del terror

31 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

¡Bienvenidos a una noche mágica! La velada en la que muerte y más allá se encuentran entre nosotros. Adelante, pasen y vean, sientan su presencia. No duden en extenderle sus saludos. Porque hoy será un día muy diferente a los demás, una jornada no que no van a olvidar.

Son las once cuando llegamos a Chaioso, una pequeña aldea ourensana del concello de Maceda. Se trata de una población tranquila, en donde vive muy poquita gente. Pero en verano sufre una curiosa metamorfosis. Un fin de semana al año se convierte en pueblo fantasma merced al esfuerzo de sus vecinos. Se dejan la piel en asustar a los visitantes y derrochan sentido del humor y ganas de pasarlo bien. La noche es cálida, el cielo está estrellado y las luciérnagas iluminan el camino de cientos de personas. ¡Alto ahí!, la ambientación parece idónea para una película romántica, pero se trata de una historia de terror. Así lo anuncia el espeluznante payaso que vigila la llegada de los visitantes.

ANTONIO CORTÉS

Un barco pirata abandonado a merced de las arañas que tejen en él sus redes hace las veces de taquilla. Una gran pantalla emite fragmentos de cine de terror. A continuación, la puerta de entrada, engalanada con una cabeza de toro y otra de jabalí, se alza ante los invitados. El guía, ataviado con sus más sobrecogedoras galas, invita al primer grupo a pasar. Entre la muchedumbre, se escucha a un niño de unos doce años preguntar a su madre: «¿Saldremos todos vivos?».

Ya en el interior, la inmensa oscuridad lo envuelve todo, sólo reducida en parte por la pequeña linterna que porta el mentor. La primera parada consiste en matar a una vampiresa que le ha puesto los cuernos a su pareja. Un clásico. Los líos de faldas, ya se sabe, también afectan al inframundo. Toca correr y ponerse a salvo. El corredor de la muerte no es un sinónimo de seguridad. Para nada. Un maquiavélico funcionario de prisiones se encarga de freír en la silla eléctrica al acusado ante los chillidos de los visitantes.

Dos sacerdotes aguardan dispuestos a recitar un himno: «Viva María, Viva el rosario y Viva santo Domingo que lo ha fundado». Tras la bendición el recorrido continúa y comienza la estampida. Los asesinos de La matanza de Texas nos persiguen por un estrecho camino sembrado de colchones viejos. Bajan las temperaturas al paso por la cueva del Yeti. Aquí todo tiene truco, comprobado queda tras dejar atrás la particular versión de Caperucita Roja. La histeria llega a su punto álgido al atravesar el laberinto. El hombre de la motosierra se encarga de resaltar el suspenso en orientación entre alaridos desesperados de todos los tonos y sabores. La mesa está puesta, Hannibal Lecter como buen anfitrión espera. ¿El menú? Sesos en su punto. No podría ser otro, por supuesto.

ANTONIO CORTÉS

Atrás quedan los gritos y las llamadas de auxilio de los visitantes, encantados de sentir un sobresalto con cada paso que dan. Esta todavía no es la noche de liberar al pueblo fantasma de su particular infierno. Quizás el año que viene... Seguro que muchos querrán comprobarlo.