El lazo que une Ourense y La Habana

natasha vázquez LA HABANA / E. LA VOZ

CELANOVA

El fútbol es una de las actividades que mantiene el centro ourensano en Cuba.
El fútbol es una de las actividades que mantiene el centro ourensano en Cuba.

El Centro Unión Orensana de la capital cubana recibirá el 6 de septiembre el premio «Celanova, Casa dos Poetas» tras más de un siglo de historia

30 ago 2015 . Actualizado a las 17:44 h.

Hace ya más de 115 años que un grupo de ourensanos radicados en Cuba decidieron crear la única asociación provincial gallega existente en la isla. Así, el 18 de abril de 1909, nacía la Unión Orensana de La Habana. Ellos formaban parte de una de las mayores oleadas migratorias desde Galicia hacia la isla. Por aquellos años, la ciudad asistía al nacimiento de los más importantes símbolos de Galicia. El himno se había estrenado en 1907 y poco antes ondeó por primera vez la bandera blanca de la franja celeste, en el frente del entonces Centro Gallego. Así, cada año miles de gallegos atravesaban el Atlántico dispuestos a labrar con el sudor de sus frentes su destino en América.

Los ourensanos comprendieron pronto la necesidad de asociarse para fines de beneficencia, protección mutua, actividad social y recreativa. A diferencia del resto de las sociedades gallegas, agrupadas por comarcas o aldeas.

De esta forma, entre las prioridades de aquella primera junta directiva y del resto de los asociados, estuvieron siempre las necesidades de educación, salud, comunicaciones y otros aspectos del desarrollo cultural y económico de los pobladores de Ourense.

Ese sentimiento ourensano había sido estimulado en la isla por personalidades como Curros Enríquez y Lamas Carvajal, cuya labor fue decisiva en los años previos a la creación oficial de la Unión Orensana de La Habana.

En las décadas posteriores a su fundación, hasta los años los años cincuenta, fue sistematizando y fortaleciendo su actividad de beneficencia a favor de los asociados en peores condiciones económicas. También la labor cultural y recreativa fue creciendo, incluyendo las romerías en los jardines de dos famosas cervecerías cubanas: La Polar y La Tropical, convertidas en símbolo de esa Galicia emigrante.

Entre los diversos proyectos promovidos en esa época por los asociados de la Unión Orensana destacan los dirigidos a crear y mantener escuelas laicas en diversos municipios, así como nobles proyectos para ayudar a la alimentación de necesitados, como el conocido bajo el nombre de Una gota de leche en Orense.

Mención aparte merece la labor del Comité Pro Casa Curros Enríquez, que logró la adquisición de parte de la casa natal del poeta en Celanova por el monto de 20.000 de la antiguas pesetas, así como de la Comisión Pro Centenario de Curros Enríquez, creada para conmemorar su centenario, con la colocación en el vestíbulo del Centro Gallego de La Habana sendos bustos de Curros Enríquez y de Basilio Álvarez.

Sin embargo, a pesar de haber llegado a ser la sociedad provincial gallega de más prolongada existencia, la Unión Orensana de La Habana no pudo evitar correr similar suerte que otras sociedades españolas en Cuba tras el año 1959, cuando resultado de la salida del país de sus principales benefactores, así como de otras circunstancias motivadas por las grandes transformaciones en que se vio inmerso todo el país entonces, la disminución de socios y de actividades fue tal que se fueron desactivando poco a poco muchas de ellas. En el caso de la Unión Orensana, implicó la fusión con la sociedad Ribadavia y su comarca (enero de 1966), y con la sociedad Carballiño y su Partido (febrero de 1966), para ser absorbida por la sociedad de Calo y Viduido en el año 1985.

Ese período de decadencia se extiende hasta el año 1994, cuando se dan los primeros pasos para el resurgimiento de esta sociedad con el apoyo de la Diputación. En ese momento, se crea en La Habana una comisión gestora que consigue inscribirla en el Registro de Sociedades de Cuba en 1995, bajo el nombre de Centro Unión Orensana de La Habana. Se retoma entonces el trabajo de unir a los ourensanos por nacimiento y sus descendientes en Cuba, a través de actividades entre las que se destacó la primera celebración de la fiesta del Magosto en los Jardines de La Polar a finales de 1995. Desde entonces, a pesar de la crisis se ha sistematizado un programa anual.

Con más de 3.000 asociados cuenta hoy la Unión Orensana, que lejos de encerrarse en sí misma, impulsa los vínculos con las demás sociedades gallegas. De varios centenares que había una década atrás, hoy solo unos 30 ourensanos viven en Cuba. . Pronto no quedarán testigos de ese esplendor, pero los sobreviven sus obras, sus monumentos, sus símbolos historia. Y los sobrevive una sociedad que lleva lejos y alto el nombre de Ourense y que el próximo 6 de septiembre recibirá el premio Celanova, Casa dos Poetas.

«Ourense está en la cabeza y también en el corazón»

La historia de la familia Ogando es de esas tantas que transcurrieron entre dos tierras, desde fines del siglo XIX, en que el abuelo Manuel Ogando Ramos vino a establecerse a Cuba, aunque regresó a Galicia tiempo después.

Años pasaron hasta que le tocó el turno al padre, Benito, nacido en Doade, Concello de Beariz, en abril de 1911. Con solo 14 años siguió la ruta de la emigración y en esta isla echó raíces.

«Todo lo que yo pueda contar sobre mi padre y abuelo es parte de la historia común de ourensanos y cubanos», dice Roberto muchos años después. «Recuerdo a mi padre como un exponente de los valores más humanos que dejaron los ourensanos en esta tierra», asegura.

«Mis hermanos y yo aprendimos de él su amor al trabajo y al estudio, así como los principios de respeto a la familia y al prójimo, basados en la honradez y la solidaridad. Era muy emprendedor y por eso dejó de ser un labrego en Ourense para convertirse en un comerciante en La Habana», recuerdo con cariño.

Lecciones bien aprendidas, en casa y en el Centro Gallego, donde estudiaba el joven Roberto. «Mi padre nos insistía en el valor del estudio, no quería que nos quedáramos en bodegueros y por eso mi hermano Manolo y yo nos graduamos de contadores», relata. Y sin duda, logró llegar mucho más allá. Entre las múltiples tareas y funciones que ha cumplido durante toda su vida Roberto Ogando, estuvieron las de dirigente juvenil, presidente del Poder Popular en varias provincias y territorios cubanos y ministro de la industria ligera. Pero pocas ocupaciones le han dado la satisfacción que la que siente hoy, ya jubilado, como presidente de la Unión Orensana. «Ahora siento que vuelve a entroncarse la savia ourensana bebida en casa desde niño con la sensibilidad hacia los ideales gallegos en que baso mi responsabilidad como presidente», afirma Ogando. «Ourense está en la cabeza y en el corazón», concluye.

Huellas de ourensanos ilustres en Cuba

No se puede hablar de los ourensanos en Cuba sin mencionar en primer lugar al poeta y periodista gallego Manuel Curros Enríquez, director y fundador en 1894 del semanario La Tierra Gallega. Curros vivió hasta su muerte, en el año 1908, en el mismo edificio del bar más fashion de La Habana décadas después, en los años cuarenta y cincuenta, el Sloppy Joe`s. Hoy una tarja recuerda el lugar, gracias a la iniciativa de la Unión Orensana y la Xunta. La reconocida librería La Moderna Poesía (Obispo y Bernaza), fue fundada por José López Rodríguez Pote. Este ourensano que llega a Cuba en 1880 construyó además el primer puente de hierro sobre el río Almendares y fue un importante hombre de la banca y los negocios al presidir el Banco Nacional y la Caja de Ahorros del Centro Gallego de La Habana.

En la calle Muralla número 463 aún se pueden ver los restos de lo que fue uno de los puntos de encuentro de los gallegos en los primeros años del siglo XX. Se trata de la fonda La Antigua Paloma, propiedad de Alfredo Fernández conocido como Nan de Allariz, poeta, músico y escritor que llegó a La Habana en 1904. En épocas más recientes, no son pocos los ourensanos que han hecho historia, sea desde lugares más visibles o desde el anonimato. En el libro de Aurelio Francos, Ourensanos en Cuba se puede encontrar una amplia muestra de estos hombres y mujeres. Entre ellos cabe mencionar al primer presidente de esta nueva etapa de la Unión Orensana, ya fallecido, el ingeniero José Docampo, quien tuvo una vida de ida y vuelta entre Cuba y Ourense. También el embajador Luis Felipe Vázquez, excónsul de Cuba en Galicia y orgulloso nieto de un ourensano de Vilariño Frío. Como olvidar a Olga Negreira, que sin haber nacido en Ourense, era su más fiel representante.