Un trocito de Apóstol glaseado

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

ALLARIZ

22 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

E n la rúa do Vilar, una de las calles emblemáticas de la zona vieja de Santiago, hay una farmacia, dos oficinas de turismo, varios bares y restaurantes, una pastelería, una mercería, una tienda de ropa, una sombrerería, dos librerías, un teatro cerrado y una veintena de tiendas de recuerdos para peregrinos y turistas. La mayoría de estos negocios de recuerdos compostelanos se han instalado en los bajos de alquiler que antes eran tabernas, librerías, tiendas de ropa o jugueterías.

Compostela ha sido pionera en aspectos como la conservación y rehabilitación del casco antiguo, en el diseño de espacios verdes, y en muchas otras cosas. Sin embargo, no ha sabido articular una estrategia para fijar población en el casco antiguo ni para ayudar al comercio local allí situado. Seducidos por las grandes superficies, han convertido las antiguas calles en lugares en los que es imposible encontrar unos tomates o unos calcetines, pero en los que se puede degustar la anatomía completa del Apóstol en chocolate.

Nadie razonable discute hoy la importancia del turismo en Santiago y, de manera especial, el papel que el Camino de Santiago tiene como polo de atracción. Sin embargo, una cosa es eso y otra, bien distinta, convertir el centro de la ciudad en una especie de decorado despoblado, ya totalmente ajeno al significado de la peregrinación, pero lleno de camisetas de I love Santiago, conchas de vieira y tartas de almendra.

La desaparición del comercio tradicional es un fenómeno general, tanto en los centros de las ciudades como en el medio rural. En el primer caso, a la ausencia de gestión de las Administraciones locales en el área del comercio local y, por razones obvias, la migración de las familias a la periferia de las ciudades, se une la reciente revisión de los alquileres de renta antigua. Esto ha hecho que muchos comerciantes que se encontraban con el agua al cuello hayan decidido tirar la toalla.

Sé que es un fenómeno difícil de abordar pero lo primero que hay que hacer para poder abordarlo es reconocer que existe; a partir de ahí utilizar la inteligencia. Así se ha hecho, por ejemplo, en Allariz, donde en el pequeño casco urbano de la villa existen cerca de un centenar de comercios, lo que ha permitido conservar edificios y dotar de vida a las calles del centro.

De la misma manera que cuando la Librería González o la antigua pastelería La Mora cerraron, muchos compostelanos lamentamos hoy el cierre de una juguetería que tenía ciento cincuenta años de historia. No porque nuestros padres nos compraran allí los libros, los pasteles o los juguetes, que es cierto, sino porque con el cierre de los comercios tradicionales se pierde una parte del corazón de las ciudades, en este caso de Compostela.

Sé que, como muchas otras, mi ciudad ha cambiado, pero no me gusta que donde antes podía comprar un libro o un carrete de hilo me ofrezcan cada día un trocito del Apóstol glaseado.