Abuelos al volante

María Cobas Vázquez
María Cobas DESDE MI MONTAÑA

A PEROXA

01 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Nos educan. Nos consienten. Nos descubren cosas de la vida desde la óptica del amor incondicional. Nos quieren. Y lo más importante muchas veces, nos lo hacen saber. Son los abuelos. Esas personas que nos ayudaron a crecer. Esas personas fundamentales. Vaya por delante, pues, que soy una gran defensora de los abuelos. En todas las facetas. Menos al volante. Habrá excepciones, claro, pero en general, son un peligro. Por mucho que duela asumirlo, la edad hace que se pierdan reflejos, rapidez en la respuesta, visión... Un cúmulo de condiciones fundamentales para cualquier persona que se ponga al volante (aunque viendo a alguno, me pregunto qué habían bebido en el psicotécnico la última vez que le dieron el visto bueno). Y ya la circunstancia adquiere el puesto de triple mortal hacia atrás cuando van en esos coches sin carné que tanto inundan las carreteras. Son un peligro. En la bajada de Os Peares hacia Ourense encontrarse uno delante es una apuesta a la habilidad -porque si está justo después de una curva, toca ser rápido en el freno- y a la paciencia. Mucha paciencia. Algo así como veinte minutos de paciencia para recorrer a 40 kilómetros por hora un trayecto que permite ir a más del doble, pero en el que es imposible adelantar por una doble raya continua. Paciencia mientras vas viendo cómo crece el atasco y mientras, el señor con sus pocos reflejos marcados por los años, va como un rey por su carril, ese que a pesar de tener un coche pequeño, ocupa. Ya sé que ir a 150 por una nacional es un peligro. Ir a 40 también. ¿Acaso esos abuelos no tienen nietos que se lo hagan entender?