Todavía tenemos en la retina la imagen de otro motor Honda dejando tirado a Fernando Alonso en el óvalo de Indianápolis y el olor a gasolina ya se abre paso en la inestabilidad climatológica de la primavera ourensana.
A estas alturas, casi todos saben que el Rali de Ourense cumple cincuenta años y nuestro clásico entre clásicos no llega solo, porque de aquí al próximo 9 de junio tenemos por delante varias citas con el inconfundible sabor automovilístico que desprende esta provincia todo el año, pero sobre todo, en las vísperas de uno de sus acontecimientos preferidos.
Desde que un francés de Le Mans ganara la primera edición de una prueba nacida en 1967, al abrigo de una comisión de fiestas, el Rali de Ourense creció hasta convertirse en una de las joyas del Campeonato de España de Asfalto y, desde luego, todo un orgullo para una afición entendida como pocas y volcada con la escudería que sostiene el nombre de la ciudad en los niveles más elevados del mundillo del motor.
Y no solo eso, porque a lo largo de la provincia se multiplican las carreras en distintas modalidades. Esta misma semana los clásicos serán un aperitivo de lujo, que se verá acompañado en A Gudiña con el Rallymix y su Festa do Motor. Porque Ourense es así, pie a tabla siempre se que pueda y con una cantera inagotable de pilotos rápidos, a los que en muchas ocasiones ha faltado el espaldarazo económico necesario en unas esferas en las cuales esa pericia al volante suele no ser suficiente.
Lo que está garantizado es que el rugido de los motores provocará muchos aplausos. Otra vez más.