Treinta años de la nueva Cruz Roja

Fina Ulloa
Fina Ulloa OURENSE / LA VOZ

A GUDIÑA

José Cañizo Luis ha vivido en primera persona las últimas tres décadas de la entidad.
José Cañizo Luis ha vivido en primera persona las últimas tres décadas de la entidad. miguel villar

La entidad llega a través de las ocho asambleas a más de 40.000 personas al año

09 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El 2016 no es un año más en la ya larga trayectoria de Cruz Roja de Ourense. La institución, fundada en la ciudad en 1893 bajo presidencia de Ramón Quesada Borrajo, comenzó hace justo tres décadas, en 1986, un cambio trascendental marcado por la democratización de sus estructuras, la desmilitarización de los servicios de Socorro y Emergencias -que prestaban entonces efectivos de tropa de reemplazo prestados por el Ejército- y una apuesta cada vez mayor hacia el campo social, favorecida por el desarrollo de otras estructuras de emergencia sanitaria que fueron asumiendo el trabajo de auxilio y traslados que prestaba la entidad.

Cruz Roja de Ourense ya efectuaba una importante labor social en la ciudad desde su creación. Tuvo hospitales en los que atendió a los heridos de la Guerra de Cuba, dispensario para tuberculosos y hasta un comedor social que a principios del pasado siglo centraba sus esfuerzos en la infancia más desfavorecida. Pero los cambios estructurales de 1986 propiciaron que, poco a poco, cada vez más recursos humanos y técnicos se concentrasen en este aspecto hasta convertirse en la primera entidad benéfico asistencial de la provincia.

Solo el año pasado los más de 4.000 voluntarios y 78 trabajadores que hacen funcionar los distintos programas ayudaron a 40.000 ourensanos con un presupuesto de 2,8 millones. Pero hay otro factor que lo ha hecho posible: la expansión para asegurar la cobertura de la dispersa población ourensana, primero a través de puestos de socorro y luego de las ocho asambleas locales.

«Hemos cambiado mucho, pero seguimos haciendo lo mismo: ayudar a la gente»

Estamos en mayo y en la sede provincial de Cruz Roja huele al Sorteo del Oro. Trabajadores y voluntarios se afanan en la organización de actividades relacionadas con esta cita. José Cañizo es uno de ellos. Es el más veterano de la plantilla y vivió en primera persona los cambios de las últimas tres décadas.

Fue uno de los muchos jóvenes que hicieron la mili en Cruz Roja pero, ya licenciado, su vinculación continuó. «Al terminar me pidieron si podía ayudar, como voluntario, en la asamblea. Me ocupaba principalmente de tareas administrativas. El papeleo era interminable y todo iba con la Olivetti, porque de aquella ordenadores no había», relata. Recuerda que entonces descubrió «que Cruz Roja no era solo la labor de socorro y emergencias, sino que existía otra cara, menos conocida por la gente, que atendía a personas necesitadas, repartía alimentos...». Tiempo después, cuando el anterior administrativo se fue, lo contrataron.

Cañizo fue durante años, junto con un chófer, el único empleado. Eso le convirtió en referente para los ourensanos que, de forma voluntaria, se implicaban en la labor social en las asambleas locales. Salvo A Gudiña (hoy Conso-Frieiras) que ya funciona desde 1977, y Valdeorras (1979), vivió el nacimiento de todas: Carballiño en el 84, Celanova, Ribadavia y Monterrei, en el 85, y Maceda en el 88. A él recurrían «para todo,, desde los cursos de primeros auxilios hasta la organización del Sorteo del Oro», comenta.

Cañizo guarda miles de anécdotas y dice que se siente orgulloso de haber formado parte de los cambios que se han producido en la entidad. «Aunque seas trabajador, esto engancha; te cambia en lo personal y desde luego es imposible no involucrarte más allá de lo que te exige el contrato», dice.

De estos años resalta «el salto impresionante» en lo social. «Hemos sido pioneros en poner en marcha servicios de atención inexistentes, como fue en su día la ayuda a domicilio. Pero también fue esencial y salvó muchas vidas la labor de aquellos chicos que con solo un curso de primeros auxilios y sin los medios ni las carreteras de hoy, afrontaban situaciones muy duras; atendían a personas con heridas tremendas y arriesgaban más de lo que era exigible para llegar a tiempo con ese herido al hospital. Hemos cambiado mucho, pero seguimos haciendo, en el fondo, lo mismo: ayudar a la gente», señala.