Aque desde hace unos días, con la presencia de policías municipales paseando por las calles, el lector tiene la sensación de vivir, o lo que sea que cada quien haga aquí, en la ciudad más segura del mundo? Que la decisión de exhibir uniformes en los turnos de mañana y tarde -preferiblemente con agentes a pie, como ahora- tenga que ver más con el dinerito que con la seguridad colectiva, es otra historia. De eficacia ya habrá tiempo para hablar. El alcalde, o porque se le ocurrió a él solo o porque lo convencieron, cree que es bueno hacer más visible la presencia de sus policías en la calle. Y ahí están, naturalmente. Cubierto ese primer paso, es previsible que ahora les pongan deberes, que les digan las prioridades, es decir, qué se espera de ellos, aparte de pasear y dejarse ver para que los ciudadanos se sientan seguros. Entiéndase la seguridad con el estribillo del clásico Me siento seguro de Mocedades (impagable la visión de algún vídeo de época, muy cómodo Youtube mediante) luego revisado y adaptado para una más reciente campaña de una aseguradora con futbolistas de postín como estrellas. Ya puestos, enganchados al aire Mocedades, el alcalde, la jefa, o quien sea que deba tomar la decisión, bien podían dar otro paso atrás y equipar a los policías con aquellas inolvidables carpetas en las que guardaban los boletines de denuncias y que, de no llevar puesto el uniforme, los haría pasar por un ciudadano más o menos despistado que pregunta por el Catastro o por el despacho del abogado con quien concertó antes una cita. ¿Pistola para los policías? ¿Grilletes? ¿Porra? ¿Gas pimienta? Mejor una buena carpeta. De plástico o de cartón, que es igual.