Blanco Amor aguarda el dictamen de la censura

OURENSE

. a. martí

21 de enero 1972

21 ene 2017 . Actualizado a las 11:55 h.

«Tengo una novela que está en proceso de climatización en la censura. O si usted prefiere con otras palabras, en la Oficina de Consulta Previa, como ahora se llama. Su título es Xente o lonxe».

Son declaraciones de Eduardo Blanco Amor, tal día como hoy de hace 45 años, al periodista de La Voz de Galicia Luis Pita. En una entrevista con motivo de la conferencia del escritor ourensano en el Colegio de Abogados de A Coruña, La Voz de Galicia publicó sus opiniones sobre aspectos socioeconómicos de Galicia y sobre la literatura gallega.

Su obra no estuvo, en ningún momento, ausente de la conversación periodística. Sobre Xente ao lonxe, que salió a la calle ese mismo año 1972, apuntó: «Escribo, por primera vez, una novela de trescientas páginas. Se declara en el prólogo, eso que es verdad además de ser prólogo: se trata nada más que de un ejercicio de lenguaje».

Hablando de lenguaje y de lenguas, a invitación de Luis Pita, Blanco Amor ofreció su visión panorámica de la literatura gallega a principios de los setenta: «Se ha producido entre nosotros un portento sin precedentes en las lenguas modernas. Galicia tenía siete siglos de poesía y prácticamente ningún libro de prosa. En los últimos cincuenta años, a partir de los Castelao, Risco, Otero Pedrayo, hasta los últimos como Ferrín, Casares, Juana Torres e, inevitablemente, yo mismo, hemos puesto una lengua romance en aptitud de contener todo cuanto se pide a las lenguas más evolucionadas».

¿Se puede vaticinar un futuro prometedor a la narrativa gallega?, preguntaba el periodista de La Voz. Eduardo Blanco Amor era optimista: «El momento actual es mucho más que una promesa. Menandro, el poeta, decía ya tengo hecha la comedia, me faltan los versos. Nosotros podemos decir que ya tenemos narrativa gallega, nos falta el público».

El público, el pueblo, lo veía con más pesimismo el escritor: «Sigo viendo las aldeas desmoronándose una a una (...) Y cada año en mi provincia hectáreas enteras de viñedos se convierten en silveiras y al paso del coche de línea no se ven en los pueblos más que viejos, viejas y niños».