Mucho se ha hablado durante los últimos días sobre la fiebre «Pokémon Go», la provocada por ese videojuego de factura nipona que abrió a través del móvil las puertas que comunican el mundo real con el virtual.
Y en un abrir y cerrar de ojos nos acostumbramos a ver con normalidad escenas de atascos en las entradas al neoyorquino Central Park o a multitudes en una plaza cualquiera de Londres, donde se ha corrido la voz de que aparecía un Vaporeon. Sí, ese que dicen es un Pokémon de agua muy difícil de encontrar, ya que cuenta con la habilidad de esconderse en una especie de niebla. O algo así, que uno no es docto en la materia.
Digo yo que viene a ser como esas recompensas que se nos evaporan de las manos, sin casi adivinar por qué, como se nos fue a los ourensanos el espectáculo del fútbol profesional e, incluso más recientemente, esos sueños de ACB que nos había provocado el COB. Cuando volvemos a ver balompié veraniego en la tele, pensamos en lo tediosas que nos parecían entonces las pretemporadas del Club Deportivo Ourense, pero es que después llegaba lo bueno. A la Segunda B también le poníamos defectos y ahora nos conformamos con echarla de menos a través del periódico. Ni les cuento lo de la Segunda A.
Decían que éramos cuatro locos, pero quizás deberían admitir ya que en realidad somos miles los que añoramos aquel ambiente de los fichajes, rumores y sorpresas que marcaban los calores estivales. El Barbadás y el Barco tienen su mérito en Tercera, pero nos falta ese equipo que represente a toda la provincia. Nos falta nuestro particular Vaporeon, no el virtual.