Mi tradición del 24 de julio

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa DE REOJO

OURENSE

24 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Es probable que usted tenga alguna tradición vinculada al 24 de julio (ver los fuegos en Santiago, echar un baile en su pueblo, irse de fin de semana a la playa...) o al 25 (celebrar el santo de algún familiar, comer una paella con los amigos, ir a misa a la parroquia de As Caldas o a la manifestación a Compostela...). Yo he decidido instaurar una tradición: no dejar pasar el 24 de julio sin pensar en las víctimas de Angrois. Puede parecer un poco egoísta porque pensar en ellos es también pensar en mí. Y es que por mucho que el tiempo todo lo cure en nuestra memoria -no en los cuerpos y las mentes maltrechas de los supervivientes- no podemos olvidar que ellos son las víctimas pero que nosotros (yo, usted, su pareja, su hijo, su madre) también podríamos haberlo sido. Todos los despropósitos que alimentaron el gravísimo accidente que nos puso de luto a todos los gallegos se perpetúan hoy con las víctimas pendientes de las indemnizaciones judiciales, con Fomento silbando cuando Bruselas señala la falta de independencia de la investigación o con Ana Pastor dejando plantados a los afectados tras convocarlos.

Por eso yo quiero imponerme la tradición de no olvidar. De recordar. De que me sigan lastimando las frases de las víctimas. «A veces me pregunto si vale la pena vivir con tanto dolor». «No voy a volver a ser la misma, ni mi físico ni mi cabeza ni nada». «El olor que había no sé de qué era exactamente pero todavía lo recuerdo». «Escuché llantos y muchos gritos de auxilio pero en mi estado era incapaz de levantarme y ayudar a la gente. Es una espina que tengo clavada». «Sigue habiendo una herida que no deja de doler: la impotencia ante la injusticia. Eres víctima del accidente y del sistema».

Por eso yo quiero tener la decencia de acordarme de los que perdieron la vida, y ya están enterrados, y de los que perdieron la vida pero siguen aquí.

Vivimos anestesiados. Nos acostumbrados a todo. Olvidamos. Pero creo que las secuelas del accidente no pueden pasarnos desapercibidas. Todos íbamos en ese tren. Todos descarrilamos en Angrois.