El «brunch» en el gastrobar

Rubén Nóvoa Pérez
Rubén Nóvoa DESDE MI BARRIO

OURENSE

10 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya me hago cargo de que estamos en la aldea global -que diría McLuhan-. Soy consciente de que no podemos luchar contra molinos de viento y hasta asumo que todas las grandes calles comerciales de las ciudades tengan las mismas tiendas, ya estemos en Ourense, Albacete o Girona. Entiendo que mucha gente desayune en una cafetería de nombre francés, coma en un restaurante italiano y cene en un japonés. Es lo establecido, pero creo que a veces se superan niveles de lo aceptable en ese aire que nos ha dado por hacer cosas modernas, sin caer en la cuenta de que lo nuestro mola cien veces más. Y es que de un tiempo a esta parte abundan carteles en la hostelería ourensana que me perturban. No puedo llegar a comprender como en la tierra donde el vermú fue un deporte nacional y la empanadilla ha sido prácticamente una religión ahora tengamos que tragar con un «brunch», servido en el gastrobar de moda que es fashion de la muerte y además está decorado a la última. ¿Alguien cree que un turista caerá rendido a un invento anglosajón que, por cierto, me acabo de enterar en una web de tendencias que ya no está de moda? Será el precio a pagar para poder ser una provincia «start up» (palabro que define a una empresa emergente) pese a tener la población más envejecida que nunca. Yo, sin embargo, me quedo con lo nuestro. Con el pulpo de los domingos en la esquina del barrio, el pincho de lomo con la caña del bar de al lado de casa o con la ración de oreja. Eso es Ourense, lo otro adquirir modas impostadas.