«Venían como hordas vikingas»

ourense / la voz

OURENSE

Santi M. Amil

El juez deja en libertad con cargos a los cuatro detenidos por la brutal agresión en un bar de Verín.

14 ene 2015 . Actualizado a las 17:58 h.

El bar Luscofusco, situado en la calle Irmáns Moreno de Verín, estuvo ayer cerrado. Sus dos camareros y el padre de uno de ellos, que trató de mediar en el conflicto, se recuperan de las heridas que les provocó la brutal agresión que les infligió un grupo de hombres y mujeres de etnia gitana que iban acompañados de varios menores de edad. «Venían como hordas vikingas», relata una clienta que se encontraba en ese momento en el local, que prefiere mantener su nombre oculto.

Tres personas han sido detenidas en relación a este incidente según informa la Guardia Civil. M.S.S, de 31 años; A.S.R, de 34; y C.M.R, de 42 fueron arrestados a las ocho y media de la tarde de ayer como presuntos autores de la agresión. Uno más, un joven de 21 años, de iniciales J.S. R., también ha sido arrestado por su presunta relación con los hechos. Tras pasar por el juzgado de Verín, donde se ha concentrado una gran cantidad de familiares y amigos de los detenidos, el juez ha dictaminado su puesta en libertad con cargos y con la medida de alejamiento de cien metros con respecto al lugar en el que se encuentren las víctimas.

Los hechos tuvieron lugar a última hora de la tarde del lunes y antes de entrar en el Luscofusco, los supuestos agresores visitaron otros bares verinenses. Su última parada antes del lugar donde ocurrió la pelea fue un bar muy próximo y allí también estuvo a punto de producirse un altercado. Según cuenta una de las camareras que los atendió, molestaban al resto de clientes porque se pusieron a cantar. Las personas que estaban al frente del local trataron de evitar conflictos y se limitaron a subir un poco la música. «Ya venían bebidos», cuenta la trabajadora del bar que ha hablado para este periódico, que explica que ellos mismos se servían de la barra las tapas que dan habitualmente a sus clientes como obsequio con sus consumiciones: «Se comieron dos tortillas enteras».

Pagaron la primera ronda, pero hubo alguna más y, llegado determinado momento, las camareras vieron que recogían para irse. Solo entonces les llamaron la atención y, según relata una de las empleadas del bar, tuvieron suerte porque la otra vive en el mismo pueblo que una de las mujeres gitanas que formaba parte del grupo. Había, según su versión, otras dos, además de cuatro hombres y tres menores. Sin embargo, según informó ayer la Guardia Civil, en lugar de tres mujeres, eran dos y también había solo dos menores. Sea como sea, el caso es que finalmente pagaron sus consumiciones y decidieron continuar la tarde en otro local, el Luscofusco.

Una de las clientas que estaban allí en ese momento, con cuyas declaraciones arranca esta crónica, escribió una carta a La Voz relatando lo ocurrido. Así comienza: «¡Porque yo soy gitano! Con este grito de guerra, que, más que una afirmación, fue una amenaza posteriormente consumada, empezó lo que fue para mí una de las escenas más dantescas y sin sentido que he tenido la desgracia de presenciar». El altercado pilló por sorpresa a los presentes: «De pronto empezamos a escuchar como uno de ellos lanzaba gritos y amenazas contra un camarero que intentaba ignorarlo en la otra punta del bar. Lo acusaba de supuestamente haberle faltado el respeto, al tiempo que esgrimía a gritos: ¡Porque yo soy gitano! ¡Tú eres una mierda! ¡No eres persona ni nada! ¡Si eres hombre ven aquí!».

Por sorpresa

Según relata la clienta que asistió a lo ocurrido, el padre de uno de los trabajadores del local, que estaba allí, intervino para tratar de mediar. El caso es que, pese al «recochineo» del grupo problemático, los ánimos parecían haberse calmado y se disponían a abandonar el bar. «Cuando sin esperarlo y habiendo creído falsamente que todo se había acabado, uno de los gitanos entró en la barra del local y acorraló al camarero, comenzando a golpearlo a puñetazos, cogiendo botellas de las estanterías que comenzó a utilizar a forma de bate contra la cabeza del impávido chico que no sabía como repeler la agresión», continúa la clienta, que explica que el resto del grupo entró de nuevo «en tropel» al Luscofusco.

Y entonces atacaron también al otro camarero. «Su padre, un hombre de casi sesenta años, se interpuso, siendo agarrado por las mujeres, mientras los otros lo golpeaban con botellas, copas de cerveza, servilleteros y cualquier cosa que agarraban», continúa la clienta, que explica que dice avergonzarse de no haber podido hacer nada más. «Sabemos lo que puede ser una pelea con gitanos y tratamos de evitarla», cuenta. A pesar de ello, el resultado de la agresión fue el traslado en ambulancia al hospital de los dos camareros y el padre que trató de mediar en el conflicto. Este último parece ser el que se llevó la peor parte, con la nariz rota y una brecha en la cabeza.

Todos los testigos del suceso tienen aún el miedo en el cuerpo. Y más, si cabe, teniendo en cuenta que ayer a última hora los agresores aún no habían sido localizados por la Guardia Civil. Cuando los agentes llegaron, ya se habían fugado a la carrera. «Volverán seguro», dice la camarera del bar en el que estuvieron antes de visitar el Luscofusco. Después del suceso, según relata, por esa calle pasaban una y otra vez furgonetas como las suyas.