Trampolín al estilo americano

Luis Manuel Rodríguez González
LUIS M. RODRÍGUEZ OURENSE / LA VOZ

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El deportista ourensano Carlos Trigo Seguín pasó del instituto a la Universidad en Estados Unidos

26 dic 2014 . Actualizado a las 18:11 h.

La historia de Carlos Trigo Seguín (Ourense, 1996) es semejante a cualquier sueño americano que el cine muestra en nuestras pantallas. Él mismo lo resume del modo más gráfico posible: «De mi experiencia en Estados Unidos, solo puedo decir que llevo dos años metido en una película de Hollywood».

Es uno de esos hábiles especialistas en saltos de trampolín que abundan en el Ximnasia Pavillón y, aún desde el otro lado del charco, no puede ocultar que el espíritu de equipo es uno de los valores incrustados en su ADN: «Siendo un deporte que requiere material muy caro, nuestro club nunca tuvo unas instalaciones decentes. Aún así, mis entrenadores Iago Covela y Ada Pazos consiguieron reunir a un conjunto genial, que hoy en día compite a nivel nacional e internacional».

Su primer contacto con el universo de los norteamericanos llegó a través de un programa de intercambio. Lo de estudiar un año allí lo califica como «idea de mi madre, yo no me lo había planteado nunca». Pero Carlos no parece hacerle ascos a la aventura, ni mucho menos: «Ocurrió todo muy rápido, un día lo comentaba con mis amigos en broma y al siguiente estaba camino de Madrid para pedir un visado».

Fue el último curso de Instituto y la primera estación de una travesía en la que este emprendedor ourensano ha vivido la cultura americana desde perspectivas muy distintas: «Al principio estuve en una granja en el medio de Wisconsin y al año siguiente en una ciudad de tres millones de habitantes en Minnesota. Ahora mi familia se vino a vivir aquí, estamos todos en Ann Arbor (Michigan), menos mi hermana mayor, María, que estudia Medicina en Europa».

En cuanto a su pasión deportiva, pasó a un segundo plano durante sus primeros meses en Norteamérica, porque desde el entorno rural en el que vivió Trigo Seguín no pudo acceder a un gimnasio. En el centro escolar en el que se matriculó sí experimentó el contacto con el fútbol americano y con distintas modalidades del atletismo. Mantuvo así la elasticidad y la potencia de salto, por lo que el regreso a Ourense al verano siguiente fue más provechoso de lo que esperaba: «Logré clasificarme para el Campeonato del Mundo, al que asistí en noviembre, eso me animó a seguir practicando el trampolín. De vuelta a Estados Unidos, seguí entrenando en Minnesota y ahora en Michigan. Echo de menos a mi equipo, pero aquí son muy amables, me dejan las instalaciones y hasta sitio para dormir cuando lo necesité».

El Skype se ha convertido en una vía de comunicación con sus entrenadores y su constancia en el trabajo diario tanto en uno como en otro país bastaron para que su trayectoria deportiva complete etapas y el pabellonista continúe instalado en la élite universal del trampolín.

Después de analizar todo ese palmarés, el prometedor gimnasta valora sobre manera el esfuerzo de su familia: «Mis hermanos pequeños -Miguel y Cristina- enseguida se adaptaron, a mis padres les costó un poco más, pero ahora están como pez en el agua». Eso sí, Ourense sigue en la mente de Carlos: «Echo mucho de menos la ciudad, la gente, la comida o las noches en Vinos. Son algunas de las cosas por las que espero impaciente a que llegue el verano y volver a casa».