«Cando o atopei chorei coma un neno; foi unha alegría moi grande»

María Cobas Vázquez
MARÍA COBAS O BARCO / LA VOZ

OURENSE

Un efusivo apretón de manos marcó el reencuentro entre Paco Arias (izquierda) y Chucho Fernández
Un efusivo apretón de manos marcó el reencuentro entre Paco Arias (izquierda) y Chucho Fernández LOLITA VÁZQUEZ

El barquense Chucho Fernández se reencontró ayer con Paco Arias, el septuagenario al que hayó enterrado en un río de pizarra el jueves

27 nov 2014 . Actualizado a las 05:50 h.

Paco Arias ya está en casa. El martes a mediodía le daban el alta en el Hospital Comarcal de Valdeorras, donde había estado ingresado desde el jueves por la tarde. Llegó allí con síntomas de hipotermia, problemas de azúcar y alguna cosilla más, después de haber pasado 20 horas desaparecido y tras haber sido desenterrado de un río de lodo de pizarra en el que estaba metido hasta la cintura. Paco Arias está estupendo, como él mismo responde. Estupendo físicamente, porque de todo lo anterior, Paco no recuerda nada. El alzhéimer le impide sacar de su memoria esos momentos. Por eso Paco no conoce a Chucho Fernández, el vecino de Coedo que le localizó en medio del lodo y que sus hijos creen que le salvó la vida, porque la noche se venía encima y no creen que el septuagenario aguantase. No le conoce y, en cambio, nada más entrar en el bar de la familia en Viloira, donde Chucho le espera, sonríe.

Paco responde efusivo a la alegría que muestra Chucho con un contundente apretón de manos. Una escena que contemplan con una sonrisa en la boca dos de los hijos de Paco y su mujer, Divina, que no se separa de él. El agradecimiento al vecino de Coedo es evidente en cada frase de la conversación, a la que Paco por momentos no atiende porque va saludando a otros vecinos que entran para interesarse por su salud; y porque se preocupa de mirar a cámara. No niega cierto punto coqueto al flash, y tampoco parece importarle la razón por la que le hacen fotos. Se las hacen, y él se deja. Aprovecha, eso sí, para presumir de familia. De sus hijos y, sobre todo, de su mujer -a la que besa en repetidas ocasiones y cuyo tacto busca continuamente-. Hablando de los nietos, lagunas. De nuevo el alzhéimer deja claro que el hombre con desparpajo, que guiña el ojo con picardía, no es dueño de sus recuerdos.

Los recuerdos, en cambio, los tiene muy presente Chucho. El pasado jueves estaba en su bodega en Coedo cuando escuchó a un guardia civil gritando por Paco. «Eu xa lle dixen que seguro que por alí non, que non ten nada por alí», cuenta. Pero por la tarde decidió salir a dar un paseo hasta su finca y, de vuelta a casa, recordó la desaparición y hacer un recorrido por la zona. «Pegoume unha corazonada e dixen, ?vou mirar a ver se vexo ao señor?», narra. Estuvo en el pedregal y después, pasando un carreiro, subió a la montaña de nata seca (la que se crea cuando el polvo de pizarra entra en contacto con el agua) y le vio.

«Chameino, ?Paco?, e respondeume. Pregunteille, ?¿que fas aí?? E díxome: ?estou esperando á Divina [su mujer], e xa empezo a coller frío?. Díxenlle que xa viña e fun buscar axuda», continúa el relato. Pidió socorro a dos personas más e intentaron sacarlo, pero era imposible, y avisaron a los servicios de emergencia. Cuenta Chucho que él no fue capaz de hacerlo, porque entre los nervios y que no llevaba las gafas, se le hacía imposible. A esto se unió la emoción al ser consciente de lo que había pasado. «Empecei a chorar coma un neno pequeno, emocioneime moito», señala. Rechaza cualquier valoración que le compare con un héroe, aunque reconoce que es «unha gran satisfacción, estou moi contento de poder ter colaborado». Chucho cree que fue una gran suerte que decidiese subir por allí y no por medio de la viña, porque no hubiese visto a Paco, que estaba tan tranquilo jugando con la nata. «Se tivera pedido axuda teríano escoitado, porque houbo xente que estivo por alí cerca pouco antes, pero como non pedía auxilio, non sei...», recuerda.

La familia de Paco no tiene más que palabras de agradecimiento. Chucho, modesto, contesta: «Non hai gracias que dar, faríao outra vez, por el e por calquera, porque hai que axudar», resume.

«Non hai gracias que dar, faríao outra vez, por el e por calquera, hai que axudar»