Por cabeza, tocamos a 673 euros. Es difícil saber si es mucho o es poco. Si un ourensano mira a Lugo se le quedarán cortos los presupuestos de la Xunta. Si se fija en Pontevedra se sentirá (¿como pocas veces ocurre?) en la cima del ránking. Qué gusto. El gobierno autonómico ha echado sus cuentas y ahora tienen que echarlas también los ourensanos, que se abrazan a las grandes cifras que, ¡cosas de la media!, nos regalan el AVE, por cortesía del Estado, y el hospital de Ourense, por deferencia de la Xunta. Esas grandes inversiones nos aúpan. Creemos entonces que lo valemos, porque lo valemos. Pero no hay que olvidar que esas inversiones las necesitamos. Y que las merecemos.
Lo del tren y el hospital tiene gracia. Porque si nos da por ponernos demagógicos -póngamonos- las principales inversiones de las administraciones en Ourense pueden funcionar como una metáfora de la fuga de cerebros (y de corazones y de brazos y de piernas) y de la enfermedad que nos tiene postrados: la despoblación y el envejecimiento. En estos días en los que nos rasgamos las vestiduras por la congelación de óvulos subvencionada por Apple y Facebook me falta una inversión más decidida: la que evite que nos muramos de viejos.