Cuando la fuerza del PSOE expulsa al alcalde de Ourense

FIRMAS

23 sep 2014 . Actualizado a las 13:47 h.

El viernes contaba La Voz que los militantes del PSOE ya tenían 236 de las 267 firmas necesarias para forzar las primarias a la alcaldía de Ourense. Las recogían no a favor de candidatos concretos sino en contra de la continuidad automática del actual alcalde, Agustín Fernández Gallego. Éste sabía que si llegaba el día 21 sin que el 51% de la militancia pidiese primarias, pasaría, como en Lugo, a ser único candidato. No hubo diferencias en el socialismo y las rúbricas fluían con tanta fuerza que el regidor tuvo que presentar como voluntaria una renuncia impulsada por la fuerza de las bases del PSOE. Improvisó una rueda de prensa en la que las lágrimas se asomaron a sus ojos para hacer buena la frase de la madre de Boabdil en la pérdida de Granada. Cuando lo vi así de emocionado pensé que era su penúltimo engaño. Que estábamos ante las clásicas lágrimas de cocodrilo, esas que llevan a llorar por fingimiento y no por pesadumbre. Me acrecentó ese criterio el escuchar sus palabras posteriores en las que se mostró orgulloso de su paso por la política, presumió de unas obras que nadie ve, cargó contra la herencia recibida y se jactó de no arrepentirse de nada.

Ni una palabra de disculpa por los espectáculos que desde el 20 de septiembre del 2012, fecha en la que se detuvo a su antecesor, se sucedieron en el Concello. Su declaración la resumía así La Voz: «Estamos imputados por arranxar as falcatruadas doutros». Como si de los tres casos en los que él está imputado (plaza de San Antonio, calle Bedoya y asistencias técnicas) no fueran los dos últimos de su exclusiva responsabilidad y tan sólo el primero tuviese raíces en el PP.

Como si no hubiese mostrado su incapacidad para sacar adelante los presupuestos del Concello, o para aprobar el PXOM, o para avanzar en la reivindicación del AVE, o para buscar alianzas con la oposición, o para evitar colocar a su hija a dedo, o para escapar del sonrojo de pagar las aceras de su casa con fondos públicos, o para impedir que dinero de todos pagase el whisky de la Pokémon, o para evitar haber sido el primer alcalde reprobado, o para lograr fortalecer lazos con otras administraciones, o para unir al grupo socialista...

Será por aquella excursión a Tlalnepantla, en México (¿dónde están las inversiones anunciadas?), o por los mariachis que sonaron en Palmés cuando se destapó la Pokémon, pero al alcalde de Ourense le quedó una querencia por los corridos mexicanos. Y como dice el del grupo Los Tigres del Norte, «morir matando es la ley». El regidor y su mano derecha, Áurea Soto, optan por morir matando. Ahí está la iniciativa de Soto de llevar a los tribunales (¡ella que se queja de la judicialización a la que es sometida!) la gestión urbanística del PP de hace una década olvidando que ella lleva cuatro años en la oposición y ocho en el gobierno sin haber tomado tal decisión. Este talante de revanchismo es el que está a punto de ser desalojado del Concello. Talante instalado por unas personas que han mancillado las siglas seculares del PSOE y las ilusiones de normalidad del pueblo de Ourense que espera que los socialistas encuentren los mimbres del futuro y no sigan anclados en las viejas políticas del pasado.