«Si me dejaran, seguiría yendo al hospital y trabajaría gratis»

Miguel Ascón Belver
MIGUEL ASCÓN OURENSE / LA VOZ

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Santi M. Amil

Reconocido experto en alergias infantiles, Tabarés se adapta a la jubilación

08 sep 2014 . Actualizado a las 15:58 h.

Es el primer ourensano que fue forzado a jubilarse por pasar de los 65 en el CHUO. Antes, a los médicos (como a otros funcionarios) se les permitía prolongar su vida laboral hasta los setenta, pero todo cambió y José Manuel Tabarés Lezcano estaba de vacaciones cuando recibió la llamada en la que le advertían de ello. Pensaba que aún le quedaban cinco años de trabajo y la noticia fue totalmente inesperada. «Me cogió de sorpresa. Crees que aún te queda tiempo, estás lleno de proyectos y de ilusión y de repente te dicen: ?Hasta aquí hemos llegado?. A partir de ahí, los demás ya sabían que a los 65 tenían que jubilarse, pero yo fui el primero y fue difícil para mí», explica.

Tabarés elige el puente romano como su rincón porque, aunque lleva tiempo viviendo en As Lagoas, dice sentirse pontino. Aún recuerda la gran riada del año 1959, cuando para ir al colegio en los Salesianos tenía que rodear por el puente Nuevo porque las crecidas habían dañado el viejo y fue cortada la circulación de peatones y vehículos (entonces aún estaba permitido el tráfico sobre el monumento). De su etapa escolar guarda buenos recuerdos y sus amigos del colegio siguen organizando un encuentro anual para no perder el contacto.

José Manuel fue un gran estudiante y a los 22 años ya era médico. «Me enfrascaba y se me pasaban las horas sin darme cuenta. Para mí era devoción, no obligación», explica. Tabarés quería ser psiquiatra infantil pero el ilustre Manuel Cabaleiro Goás le dijo que, para serlo, antes tenía que ser pediatra. Así lo hizo, pero esa especialidad le enganchó. «Me encantó y me olvidé de la psiquiatría», indica.

Recuerda con especial cariño la inauguración del materno-infantil en el año 1977 y el servicio de pediatría que entonces puso en marcha el doctor Martinón. «Era demasiado para Ourense, casi desproporcionado. Éramos la envidia de toda España», explica Tabarés, que tuvo la oportunidad de especializarse en alergias infantiles. «Tuve la suerte de vivir el bum de la natalidad. Había diez partos diarios y otros diez en los sanatorios que había en la ciudad. Ahora como mucho hay tres en total», dice Tabarés, que indica que «había un material impresionante para investigar». El pediatra ourensano admite, no obstante, que la sangría demográfica de la provincia «es un desastre en todos los sentidos». Uno de sus hitos profesionales fue el descubrimiento de que las tuberías de plomo del barrio de San Francisco estaban intoxicando a los bebés que tomaban el biberón con agua del grifo. Esa revelación obligó a sustituir la red en la zona y alertó a todo el país.

Con tres hijos y tres nietos, Tabarés recomienda que todo aquel que quiera dedicarse a la pediatría tenga claro que le deben gustar los niños. Él dispone ahora de todo el tiempo que le faltó durante su vida laboral para dedicárselo a ellos, aunque admite que, si le dejaran, «seguiría yendo al hospital y trabajaría gratis».