Muchas veces el no estar implica el olvido, pero a los orígenes no se los lleva el viento.
-¿Qué sentimientos encierran los emigrantes?
-Muchos no tienen la capacidad de verbalizar sus sentimientos, ellos los explican a través de metáforas o con un lenguaje casi gestual, porque son quienes lo sufren. El vocabulario de muchos de ellos era rural, porque nosotros con las palabras expresamos las experiencias que hemos tenido y las codificamos siendo niños. Muchas veces no encuentran las palabras en el lenguaje, palabras como desarraigo, que para ellos podía ser arrancar un castaño, que era desarraigalo.
-¿Se olvida el lenguaje?
-Los emigrantes comienzan aprendiendo muchas palabras aisladas para expresar situaciones de trabajo, pero al volver muchas veces viven situaciones que solo tiene registradas en otro idioma y utilizan palabras en otras lenguas. Esto ocurre en general con la gente que no tiene mucho apego a su lengua, porque olvida quien quiere.
-¿El inmigrante gallego pierde la morriña?
-Viví en Colombia durante años y me entrevisté con gente que había salido de España después de la guerra. Recuerdo un señor de Verín que tenía una hacienda y ya de viejecito me decía «daría todo por ir morrer á sombra da figueira que plantou meu pai». Esta frase refleja esa morriña, la imposibilidad de volver porque ya estaban los suyos allí. Este hombre murió desarraigado y vivió con ese sentimiento.