La historia, profesión y pasión

Mar Gil OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Santi M. Amil

Miguel Ángel González y Luis Sánchez Seco

02 jun 2014 . Actualizado a las 07:20 h.

Miguel Ángel González, archivero de la Catedral de Ourense, se considera «muy guardador», virtud poco sorprendente en un oficio como el suyo. Más curiosas son algunas de las joyas que atesora. En sus cajones se conservan las listas de los alumnos a los que dio clase, allá por los años setenta, en el colegio Maristas, y de vez en cuando salen a la luz para alimentar la memoria.

Aquel Miguel Ángel profesor «era también un niño», recuerda ahora, y por entonces se topó en las aulas con un chiquillo espigado y obediente que hoy dirige, desde la gerencia de la Agencia Tributaria, los movimientos fiscales de los ourensanos.

Para el pequeño Luis Sánchez Seco (Ourense, 1963) el desembarco en Maristas «fue un shock traumático». Tenía 8 años y llegaba del colegio de Redondela, que dirigía su abuelo, Emilio Seco: «Allí conocía a todo el mundo, tenía las llaves del colegio, vivía en las viviendas de los maestros... El colegio era como mi casa, como ahora lo es la delegación».

El cambio fue brutal: «Me planto en Ourense, donde no conozco absolutamente a nadie, y llego a Maristas; recuerdo que sonaba una especie de sirena y formábamos alineando el brazo hombro con hombro, luego entrábamos en fila y rezábamos al principio de la clase. Esas cosas me chocaban muchísimo y al principio fue duro».

El balance global de la memoria es equilibrado: «De Maristas guardo recuerdos muy buenos y muy malos. Me acuerdo perfectamente de Miguel Ángel escribiendo en la pizarra esquemas con llaves en la clase de Historia, con muy buena letra. Y recuerdo las clases de Física y Química de Graciliano, que era buenísimo».

En la nómina de profesores que dejaron huella sitúa también Luis a tres del instituto de As Lagoas: Albino Núñez, de Historia del Arte; Mercedes, que con sus traducciones de La conjuración de Catilina lo aficionó a los temas de Roma, y Samuel Lago, de Historia; de nuevo la Historia.

«Sí, me gustaba mucho la Historia y, de hecho, estoy pensando en hacer ahora Historia, en la facultad», reflexiona en voz alta.

No cree Miguel Ángel González que aquellas clases que le dio en 8º EGB hayan sido suficiente empuje para determinar esa inclinación: «A esas edades en que le di clases las influencias están aún por ejercer. Él era formal y cumplidor y ya destacaba por alto, era un poquito más que los otros -hace memoria-. Con el tiempo me he dado cuenta que, cuando de un alumno de muchos años atrás no recuerdas muchas cosas concretas, es lo mejor que puedes decir de él, quiere decir que era buen alumno».

Un chico de notable

Luis nunca se consideró un buen estudiante y lo dice con una franqueza que enseguida matiza su profesor: «No era mal estudiante, era un chico de notable. Ese tipo de gente son los que mejor resultado dan en la vida».

Luis, que compagina la delegación de la Agencia Tributaria en Ourense con la preparación de opositores para el cuerpo de Hacienda, se suma a esa opinión: «Los alumnos de matrícula se estrellan al principio porque se les viene el mundo abajo con los primeros suspensos. Hay gente que siempre sacó muy buenas notas y luego le ha ido mal en la vida».

No es el caso de Miguel Ángel, que siguió siempre la carrera de su antiguo alumno a través del contacto con la familia.

En una última mirada atrás, Luis responde como un rayo a la pregunta de qué define mejor a su profesor. «Una sola palabra: orden», asegura sin titubeos.

Luis sánchez seco y miguel ángel gonzález

«Luis era formal y cumplidor; era un chico de notable, que son los que mejor resultado dan en la vida»

La mirada del maestro

«Miguel Ángel era un profesor muy joven y, sobre todo, era muy ordenado; es lo que mejor lo define»

La mirada del alumno