La inquina del alcalde para aniquilar la decencia

José Manuel Rubín SIETE DÍAS, SIETE VOCES

FIRMAS

20 abr 2014 . Actualizado a las 06:00 h.

Ni la tradición de una Semana Santa que, a pesar de los esfuerzos del obispo Leonardo Lemos, languidece año tras año, ha logrado borrar de la actualidad la pasión (en su acepción de «acción de padecer») instalada en el Concello de Ourense desde la marcha del anterior alcalde por mor de unas bagatelas (si tenemos en cuenta sus testimonios mediáticos) o por mor de la comisión de cohecho, prevaricación, tráfico de influencias, revelación de secretos y evasión de capitales (si le damos credibilidad a la jueza Pilar de Lara).

Rara es la semana en la que su sucesor no protagoniza una escena de pasión. De ésta, me quedo con una de sus frases en el pleno celebrado, a iniciativa del PP, el martes para explicar los tejemanejes legales de su chalé: «Estamos eiquí (le dijo al portavoz del PP) pola súa inquina para aniquilar. É moi mala persona». Según la teoría del alcalde Agustín Fernández, mala persona es la que denuncia irregularidades y no quien las comete. Si el criterio se generalizase, no habría caso Gürtel pues fue la inquina de un exedil del Partido Popular de Majadahonda la que propició la investigación de la trama corrupta. Tampoco habría caso Filesa, iniciado por la inquina del empleado del PSOE Carlos Van Schouwen. Ni habría caso Assange, ni caso Snowden, ni caso Manning, por citar a tres denunciantes de las prácticas censurables del Gobierno americano. El regidor socialista, en lugar de aventurar tramas conspiratorias (al estilo venezolano de Maduro) y descalificar a todo aquel (sea político o funcionario) que pone en almoneda su proceder, tendría que explicar por qué pagaba el IBI de su casa como solar siendo una vivienda, por qué estuvo morando en ella sin licencia de ocupación y por qué decía que no era necesario urbanizar su calle (!la urbanización definitiva de la calle es casi imposible por innecesaria; como está, está bien y si se urbanizase los vecinos perderían tranquilidad!) cuando la tenía que pagar de su bolsillo y por qué, siendo ya edil del PSOE, se la endosó al bolsillo de todos en el Plan E. Nada de esto explica el regidor. Tan sólo amenaza y descalifica. Véase la advertencia que realizó en la misma sesión: «As alimañas políticas xa pediron información sobre cómo se matriculou ou se deixou de matricular o meu neto. Que non se metan neses asuntos que son sagrados e senón que Deus os pille confesados!. ¿A qué viene la filípica? Si la matrícula de su nieto es correcta, ¿qué teme? Y si es incorrecta, ¿por qué se tienen que confesar los denunciantes? Representar a 107.000 ourensanos obliga a superar cada día la prueba del algodón de la honradez, la rectitud y el buen gobierno. Si no lo logra, quien debía confesarse, y disculparse, es él.

La capital merece un liderazgo de honestidad que no le proporciona, a la vista de los titulares de La Voz, el actual inquilino (¿por qué actúa como si fuese propietario?) de la otrora muy honrosa alcaldía de Ourense.