La pobreza se cronifica entre los vecinos de la provincia

Fina Ulloa
FINA ULLOA OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Miguel Villar

Las entidades de ayuda social recomiendan buscar salidas en el rural

23 mar 2014 . Actualizado a las 07:30 h.

En los primeros años de la crisis, cuando en el resto de España las colas se eternizaban frente a los comedores sociales, Ourense simulaba ser una isla dentro del caos. Pero llegó el 2011. Es el año en el que las entidades dedicadas al auxilio social cifran el inicio de lo peor de la crisis en Ourense. ¿Cómo se ha reflejado en una provincia con los índices de población activa más bajos del país, con un sector industrial muy limitado, más pensionistas que cotizantes y con los subsidios más bajos de España? María José Méndez, jefa de servicio en el Concello de Ourense; Ángel Feijoo, presidente de Cáritas; Marisa López, coordinadora de programas de Cruz Roja; y Cecilio Santalices, del Banco de Alimentos, lo resumen en una frase: Ourense está viviendo una cronificación de la pobreza.

Los datos que aportan al debate son demoledores: el 70 % de los fondos de Cáritas se destinan a pagar recibos de servicios básicos como luz o agua. En el Concello de Ourense, en el último año, las Unidades de Intervención han recibido 800 usuarios más; y en Cruz Roja, en el mismo período, han doblado el número de familias asistidas mientras el Banco de Alimentos multiplicó por tres su ayuda a vecinos. Ángel Feijoo opina que la red de amparo familiar, el colchón rural y de los mayores aguantó el tirón inicial. «Pero ahora mismo las familias llevan más tiempo en esa situación, su necesidad se ha hecho más aguda y el tejido de apoyo familiar también se ha empobrecido. Hay más gente en paro dentro de la familia, y los ancianos, aunque la pensión se haya mantenido, han visto disminuir su capacidad económica».

María José Méndez percibe desde los servicios sociales que «las personas que estaban en una situación de exclusión ahora están más excluidas y si estaban en situación de vulnerabilidad ya dieron el paso a la exclusión. Cada vez necesitan más ayudas para cubrir las cuestiones más esenciales».

«Ahora que se terminan las últimas prestaciones de desempleo, los últimos subsidios, y se retrasa la resolución de ayudas sociales, todo se nota con mayor virulencia», dice Marisa López.

También coinciden a la hora de destacar que se ha producido un cambio de perfil en los demandantes de auxilio. Los inmigrantes ya no son mayoritarios. En Cáritas el 60 % son nacionales y en Cruz Roja el porcentaje de nativos llega al 75 %. También ha bajado el rango de edad de los que buscan apoyo: entre los 35 y los 55 años, mayoritariamente. Para más del 80 % es la primera vez que acuden a estas entidades. Son, dicen, familias que hasta hace poco estaban normalizadas y se avergüenzan de pedir ayuda, por lo que aplazan la decisión hasta que llegan ya en una situación extrema.