Hay que regular los patinetes eléctricos

Fernando Peña López AL DÍA

OPINIÓN

SEAT

14 oct 2019 . Actualizado a las 08:27 h.

Desde hace unos meses, es rara la semana en la que los medios de comunicación o las redes sociales no se hagan eco de alguna noticia relacionada con el fenómeno de los patinetes eléctricos. Casi siempre para contar que el conductor de uno de estos vehículos ha golpeado o herido a un peatón en una calle céntrica de alguna ciudad. Y es que hay un problema no resuelto: el de la circulación de los llamados vehículos de movilidad personal (VMP). Unos artefactos que han llegado para revolucionar nuestra manera de movernos en los espacios urbanos, pero que, como sucede con todas las realidades disruptivas, está tardando en encontrar su lugar en el universo de nuestras ciudades. 

Los VMP, de los que el patinete eléctrico constituye el ejemplo más exitoso, conforman una nueva categoría de vehículos que incluye a viejos conocidos, como los segway o las bicicletas eléctricas, junto con nuevos ingenios como los monociclos eléctricos o los hoverboards para adultos. Los VMP se caracterizan por estar destinados a desplazamientos urbanos cortos y por estar dotados de motores eléctricos de potencia reducida.

Los VMP son pequeños y deberían permitir que los peatones disfrutasen de mucho más espacio. Por ello se dice que están llamados a mejorar la vida de los habitantes de las ciudades. Su velocidad es moderada, apenas hacen ruido y, además, casi no contaminan.

Sin embargo, no se han convertido en noticia por ninguna de estas virtudes. Todo lo contrario, suelen serlo por la inseguridad que generan. ¿Son un peligro? No lo creo. Apostaría porque el éxito de estos vehículos a medio plazo va a suponer una reducción sustancial de la gravedad de los accidentes de tráfico urbanos.

El problema de los VMP radica en que los poderes públicos no han conseguido dar una respuesta normativa clara a su aparición. De nuevo, el derecho va por detrás de la realidad. Aparte de una mera instrucción de la DGT del 2016, la única regulación que existe son unas cuantas ordenanzas municipales (Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza y Sevilla) con las que se intenta hacer frente a esta nueva forma de locomoción.

A mi juicio, serían necesarias unas normas básicas comunes para todo el Estado. Por este motivo, que se aprobase el borrador de real decreto divulgado por la DGT, que se ha discutido a lo largo de este año en todos los foros sobre circulación, sería una buena noticia. Sin embargo, aún con ello, la parte más importante de la regulación seguiría en manos de los ayuntamientos. Es lógico. Nadie conoce mejor las características de su ciudad para decidir cómo y por dónde deben circular estos vehículos. En este sentido, creo que los patinetes eléctricos exigen una decisión política municipal que debe tomarse con visión de futuro. ¿Cómo queremos que sea nuestra ciudad dentro de diez años? A nuestro Ayuntamiento, como a todos los demás, no le queda más remedio que elegir. El espacio urbano no es ilimitado. Se hace preciso decidir qué parte del mismo estará ocupada por los VMP y cuál por los automóviles, camiones, motos, bicicletas y peatones. Si se permite la entrada de un nuevo vehículo, ello implica menos espacio para los demás. Es competencia local decidir a quién dar prioridad.

Resulta evidente que los patinetes -al igual que las bicicletas- no pueden circular por vías en las que se mueven a 50 kilómetros por hora coches y camiones que pesan toneladas. O se reduce sustancialmente la velocidad de los vehículos tradicionales -y se persiguen las infracciones- o se da a los nuevos un espacio propio. De la anchura y comodidad de ese espacio dependerá, además, el número de personas que se decidan a dar el paso hacia las nuevas maneras de moverse. No hay más posibilidades. Mejor dicho, sí que hay otra: que los patinadores sigan subidos a las aceras. Esta es sin duda la peor opción, pero también es lo que pasará si no se ofrece una alternativa seria.