Frente al espejo de Donald Trump

Carlos Pérez Cruz TRIBUNA

OPINIÓN

JOSE LUIS GONZALEZ

24 ago 2019 . Actualizado a las 14:29 h.

Plantados frente a un espejo, aspiramos a un buen reflejo. Los hay deformantes pero, para lo bueno y para lo malo, normalmente lo que se ve es lo que hay. También las personas servimos de espejo. Queremos ser como y diferenciarnos de. Es el espejo ético. Sirve para sentirse más guapo por dentro.

 Frente a Donald Trump es fácil sentirse en posición de reclamar la creación de un Nobel de Ética y creerse aspirante con posibilidades.

El presidente norteamericano es un auténtico ego desbordado que se alimenta del dinero, la atención que se le presta y la victoria («conmigo os vais a cansar de ganar»). Racista, clasista, showman sin igual, torbellino verbal, el presidente es la sal sobre las heridas históricas de Estados Unidos. El espejo que nos hace sentirnos merecedores de la beatificación vaticana.

¿Qué tipo de ser humano es aquel que separa a miles de niños de sus padres, promueve encerrar familias indefinidamente o describe como «criminales» y «violadores» a gente que no tiene nada y huye de la miseria y la violencia? Un político. Y uno muy bueno: ha sabido leer el malestar de una parte de Estados Unidos que ya no reconocía a su propio país, que se sentía extranjera en su casa: la USAmérica rural, envejecida, conservadora y blanca. Fueron ellos los que le auparon a la Casa Blanca. Estaban allí, con él y también antes de él.

Trump, como a cualquier político, le interesa el poder. Qué se haga con él es otra película. El neoyorquino llegó prometiendo poner fin a la inmigración masiva y no ceja en el empeño porque se juega la reelección en 2020. Fue elegido para eso. Si lo hubiera sido para salvar la extinción de las amebas, se hubiera aplicado con igual tesón.

El presidente gobierna permanentemente frente al espejo de Barack Obama. La bruja intentó acabar con Blancanieves casi tanto como Trump con el legado de su antecesor. Pero el espejo no miente y, aunque lo de Obama fuera azúcar en vez de sal, los ojos escuecen por igual con el reflejo de quien fue bautizado como «el deportador en jefe», creó las jaulas de detención que ahora aprovecha Trump y, oh sorpresa, mantuvo encerradas a familias más tiempo de lo permitido en el 2014 y en el 2015.

Lo que hace y dice Donald Trump es muy a menudo totalmente intolerable, pero los europeos haríamos bien en no caer en la trampa de la autocomplacencia. Puesta frente al espejo, el reflejo que ofrece Europa es cada vez más trumpiano.