Pablo Iglesias lo apuesta a todo a entrar en el Gobierno. Se juega su supervivencia política. No quiere ni siquiera comenzar a negociar un acuerdo programático hasta que Sánchez le asegure el sillón. No le vale la vía portuguesa, es decir, un Gobierno socialista en solitario con apoyo externo de la izquierda, que tan buenos resultados ha dado al país vecino. Y tiene razones políticas y personales muy poderosas para mantener ese pulso y más aún para ganarlo. Estas son algunas:
1. De momento, acaparar el protagonismo con múltiples apariciones en los medios y tapar los sucesivos desastres electorales y las fracturas internas que han desembocado en la marcha de destacados referentes de la formación. Mientras se habla de la coalición nadie le pide cuentas.
2. Cohesionar a las bases en torno a un objetivo, mediante el señalamiento de un adversario político, el PSOE, que se negaría a algo justo y lógico. De ahí, la farsa de la consulta a los inscritos, un «insulto a la inteligencia», como ha dicho certeramente Teresa Rodríguez.
3. Si logra su meta, que es ser vicepresidente, tener la relevancia y la visibilidad políticas propios del cargo. Y, a partir de ahí, recuperar terreno.
4. Montar un gabinete paralelo dentro del Gobierno, ocupando las carteras sociales, que son las que pueden aprobar las medidas más populares y fáciles de sacar adelante, y apuntarse todos los tantos. Ya lo hizo con el aumento del salario mínimo. En los temas conflictivos, como Cataluña o los recortes exigidos por Bruselas, distanciamiento o crítica.
5.- Neutralizar el ‘efecto Errejón’, que está creando una plataforma electoral nacional que puede erosionar de forma importante a UP si se repiten las elecciones.