Ahora que la guardia ha acabado y el largo invierno concluye, conviene no dejarse llevar por esa melancolía irracional que provoca el despedirse de las series más queridas. Es bueno recordar que hay mucha vida más allá de los Siete Reinos. Porque esto que ahora hemos convertido entre todos en la ficción suprema fue un título que muchos descubrieron por casualidad, perdido en la larga noche de la televisión en abierto. Hay quienes se engancharon a Juego de tronos tras ver caer a Bran Stark desde lo alto de la torre en una cadena como Neox a altísimas horas de la madrugada, allí donde duermen el sueño de los justos las producciones olvidadas, repetidas, que no merecen un hueco en las horas de máxima afluencia. Hay referencias como Homeland que fueron despachadas en Cuatro en un plis plas y relegadas a Energy por falta de público que las quisiera.
Ahora, además de la comodidad inigualable de poder ver capítulos a la carta y a nuestro ritmo, nos deslumbra también que vengan envueltas en el papel charol de las plataformas de pago, algunas de las cuales facturan a veces señuelos y ficciones de relleno que no pasarían ni el corte de la TDT.
Ya lo dijo Tyrion en un gesto empático hacia sus seguidores, no hay nada más poderoso en el mundo que una buena historia. Esté donde esté. Tyrion sí que sabe.