Pascua sangrienta

Abel Veiga TRIBUNA

OPINIÓN

25 abr 2019 . Actualizado a las 07:35 h.

Quizás muchos han tenido que acudir a un mapa para situar a Sri Lanka. La vieja Ceilán. Era domingo de Pascua, una de las festividades más importantes para los cristianos. Jesús resucitado. Ocho atentados mortales, tres de ellos en iglesias principales de Sri Lanka, el resto en hoteles de lujo. Más de trescientas víctimas mortales y más del doble de heridos. Ser cristiano en algunos países se paga, aún hoy con la propia vida. Recuerden los últimos años los terribles atentados que han sufrido en Egipto los cristianos coptos.

Hace solo una década que la terrible guerra civil que asoló y devastó al país cesó. La paz y su reconstrucción no han sido fáciles. Alguna de las imágenes que nos han llegado pese al apagón informativo del Gobierno, sobre todo de redes sociales, son dantescas. Devastadoras. La metralla alcanza cualquier esquina de alguno de los templos atacados.

¿Quién y por qué? Son dos preguntas que han de resolverse en un país-isla donde el odio entre mayorías y minorías religiosas sobre todo entre budistas y musulmanes es creciente y se ha radicalizado. La religión mayoritaria es la primera, aunque también hay hinduistas, algo más del 10% son musulmanes y cerca del 9% cristianos en un país de apenas veintidós millones de habitantes.

Los primeros atentados estuvieron sincronizados en el tiempo, por lo que hay una actuación conjunta y coordinada sucediéndose los últimos horas después en un claro intento de conmoción y confusión extrema que denota la vulnerabilidad del Gobierno y de la seguridad.

No debemos permanecer inermes ni callados como sociedad ante hechos que no son sino una persecución y una bestialidad humana que persigue y trata de imponer dictaduras y teocracias omniscientes y únicas. La persecución por las ideas, por los derechos, por la religión, por la etnia, por la identidad está hoy más presente que nunca en buena parte del mundo ante la indiferencia del rico y soberbio Occidente.

Nos atribulamos y consternamos por el incendio de una techumbre pero no queremos ver todo lo que nos rodea. Terrible. Para reflexionar, para ensuciarnos en ese barro que solo hace unos días pedía el Papa Francisco, el pasado Jueves Santo. Domingo de Pascua sangriento. Inhumana y despiadadamente humano y sangriento.